El filólogo barcelonés Xavier Pericay es uno de los consumados expertos que tenemos en nuestro país sobre la figura de Josep Pla, aquel payés para quien las verdades más elementales cabían en el ala de un colibrí. Pericay acaba de escribir ‘¡Vamos? Una temporada en política’ (Ed. Sloper. 2020) sobre su experiencia en Ciudadanos, formación de la que fue uno de sus fundadores, un libro en el que califica a Albert Rivera como un dios en el seno del partido, decidiendo junto a solo tres personas los destinos del mismo: son José Manuel Villegas, Fernando de Páramo y Fran Hervías, con él, cuatro jinetes del Apocalipsis que han sido capaces de acabar con uno de los proyectos más ilusionantes de la política española en los últimos años.
El prematuramente desaparecido David Gistau, en una de sus columnas en ABC, llegó a comparar a Ciudadanos con la iglesia de la Cienciología de la política contemporánea, esa secta con rostros tan mediáticos como el de Tom Cruise. Leyendo un avance del libro, que desde este lunes se encuentra en los estantes de las librerías, uno entiende muy bien todo esto. Refiriéndose a Rivera, el autor describe que “la soberbia le acompañó hasta el final. Es cierto que dimitió, lo que le honra. Pero en ningún momento consideró necesario manifestar arrepentimiento alguno por sus actos, como si no fuese consciente de haber cometido errores y todo se debiera a los avatares de la política y de las urnas”, apostilla. Cuánto nos hubiésemos ahorrado en este país si, tras los comicios de abril de 2019, PSOE y Ciudadanos hubieran conformado un Ejecutivo con el respaldo de 180 diputados en el Congreso.
Insisto en que ojeando este alegato de Xavier Pericay, uno comprende muchas de las cosas que han ocurrido en esta Región desde hace meses. Una de sus dianas predilectas es el que fuera secretario de Organización, Fran Hervías, auténtico muñidor de tantas y tan variopintas operaciones por estos y otros lares: “Hervías iba resolviendo los conflictos a su manera, por la brava, cortando cabezas y cuanto se terciase. Que el resultado a menudo fuera la devastación del partido no le preocupaba lo más mínimo. Estaba facultado para decidir quién era tóxico y quién no. De ese proceder estaba al tanto el resto del sanedrín, presidente incluido”. Tras este párrafo, se entenderá mucho mejor lo ocurrido en la organización territorial murciana, donde de la noche a la mañana se defenestró al equipo que transitó más que dignamente por la anterior legislatura -ahora, la mayoría, alineados con el sector crítico de Igea frente al continuismo de Arrimadas, un Rivera clonado en mujer y cada día más abducida por la causa ‘popular’-, en favor de otros y otras caras, en la más amplia acepción de la palabra, con alguna excepción, es verdad, aunque ávidos de su indisimulada hambre de poder y, sobre todo, de ostentar cargos y sentarse en mullidos sillones. No es de extrañar la denominación que el propio Hervías, alguien que según Pericay se jactaba de no leer demasiado, suele utilizar para calificar a sus leales: los llama ‘hervívoros’, porque asegura que son gentes que no comen carne de libros, e intuyo que mucho menos el que nos ocupa, no vaya a ser que a algunos se les caiga la cara al suelo de vergüenza.
Pericay denuncia en este ensayo la existencia de una auténtica “red de soplones” al servicio de la dirección: “Los cargos electos no podíamos siquiera reunirnos con un afiliado fuera de la sede si no advertíamos previamente al sacrosanto aparato”, añade. No es de extrañar que con semejantes mimbres, Ciudadanos se haya ido al traste y que en las elecciones generales últimas se diera el batacazo más colosal que una formación política se haya dado desde los tiempos de la extinta UCD. Cuesta creer que esto lo levante alguien tras la asamblea general de mediados del próximo mes de marzo. Pericay, otro intelectual desengañado de la política, o, al menos, de cierta forma de entender y ejercer la política, concluye reconociendo que, visto lo visto, “para triunfar, hay que saber mentir y engañar”. Albert Rivera anuncia libro, este de su propia cosecha, para el 15 de abril. Lo titulará ‘Un ciudadano libre’. Y Arcadi Espada, otro de los 15 fundadores del partido en 2005, escribió este domingo, en su habitual artículo de El Mundo, que “la historia última de Ciudadanos no es la del fracaso de los intelectuales en política. Todo lo contrario. Ciudadanos es el fracaso de los iletrados”, concluía. Algunos nos lo temíamos.