Tradicionalmente cuando hablamos de piratería no podemos evitar que la visión que el Romanticismo dejó sobre este tema nos influya y nos haga crear una imagen en nuestra mente bastante alejada de la realidad. Pero frente a este tipo de aventurero amante de la libertad, que nos presentan obras como la célebre Canción del pirata de Espronceda, se nos presenta un tipo de figura bien diferente. El verdadero pirata del Atlántico en torno a los siglos XVII Y XVIII (nos centraremos en este lugar y tiempo concretos de la piratería por ser los más célebres) poco tiene de aventurero romántico. Quizás la figura que represente mejor la contraposición a ese estilo de piratas pendencieros pero de buen corazón que tanto el cine como la literatura nos han querido vender una y otra vez sea la de una figura cuyo nombre inspiró un tremendo pavor de una punta a otra del Caribe durante mucho tiempo: el Olonés.
Jean David Nau, de origen francés, conocido popularmente por el gentilicio de su pueblo natal cobró, ya desde muy joven, una gran fama en todo el Caribe por sus diversas correrías. Su valentía, sin duda alguna, era incuestionable, contándose entre sus diversas hazañas el haber tomado un navío de guerra español acabando con sus 96 tripulantes, contando,para ello, solo con la ayuda de una veintena de compañeros. A ello tenemos que añadir acciones como su asalto a la bien defendida plaza de Maracaibo que sorprendieron a todos sus contemporáneos.
Pero si algo ha caracterizado a la figura del Olonés es, precisamente, la crueldad de la que hacía gala tanto con enemigos como con aliados. A sus constantes actos de piratería se unían gran cantidad de asesinatos de prisioneros que no contaban con ningún tipo de defensa. Parece que este personaje disfrutaba matando de las formas mas cruentas, y son famosos, sobre todo, sus gestos de canibalismo con algunas de sus víctimas. Todo estos elementos de su carácter bastaron para crear en torno a su figura una imagen terrorífica que se extendió a lo largo del Caribe y que ocupó parte de las pesadillas de algunos de los gobernadores españoles de la zona. Su audacia parecía mantenerle siempre fuera del alcance de las autoridades y su fortuna lo mantenía a salvo. Sin embargo, y quizás por una ironía del destino, el Olonés acabó cayendo en manos de una tribu caníbal de Panamá, los Kuna, sufriendo en carne propia, de esta manera, un gesto que el mismo había realizado en más de una ocasión.
En definitiva, la vida del Olonés es un claro ejemplo de que la figura del buen pirata no es más que una simple fantasía y que lo que movía a estos hombres no eran las ansias de libertad sino su interés por el botín y el pillaje, en un desesperado intento de huida hacia delante que solía acabar de una manera brusca y brutal.