Despabilarse mentalmente

Publicado el 16 noviembre 2011 por Sfer
Estos días, estoy dándome un buen chute de...
- hacer cajas (mudanza inminente... no me esperen levantados).
- lesionarme la espalda (dos lumbalgias en quince días, seguramente a consecuencia de lo anterior).
- leer literatura juvenil (El castillo ambulante - hubiera preferido leerlo sin haber visto la peli de Miyazaki; Tigre, tigre - me esperaba más; Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea - lloré a moco tendido; Pomelo y limón - quince años menos y la Oro sería mi ídolo. Próximamente: Vivir en Springfield, Penélope manda recuerdos, Lo que te cae de los ojos, Caballo de batalla - si alguna biblioteca más se anima a comprarlo, por favor...).
Entre caja y caja y novela y novela, voy leyendo a sorbitos un libro que no quiero dejar de recomendar a todos aquellos por ahí fuera interesados en las bibliotecas y en la infancia. Es un libro que tiene muchos años (se editó por primera vez en francés en 1978), pero que en 2008 reeditó, en una versión actualizada, Fondo de Cultura Económica. Se trata de Déjenlos leer: los niños y las bibliotecas de Geneviève Patte. Nos lo recomendó Eliana Pasarán en las Cuentan que cuentan y la verdad es que está siendo un buen chute de inspiración.
Llevo leído la mitad, y no me resisto a dejar por aquí los fragmentos que me han llamado lo suficiente la atención como para guardarlos a buen recaudo, especialmente para aquellos momentos en los que considere que me estoy olvidando de cuál es mi función en la biblioteca.
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p. 10 - [De la introducción de Daniel Goldin] Spinoza dice que todos deseamos perseverar en nuestro propio ser. El bibliotecario (y el auténtico educador) busca que los otros perseveren en el de ellos mismos, y en el fondo sólo se realiza como tal cuando ayuda al lector a establecer una relación personal... consigo mismo, con el conocimiento y la información, con otros lectores.
p. 37 - "Conocer la alegría indispensable y fecunda de despabilarse mentalmente". Esta bonita expresión, hallada en uno de los primeros reportes de L'Heure Joyeuse, definía a la perfección las propuestas de la biblioteca en relación con el conocimiento.
p. 57 - No se trata, sin embargo, de que el bibliotecario haga caso omiso de sus gustos y predilecciones personales [a la hora de seleccionar materiales para la biblioteca]. Sería artificial y empobrecedor concretarse a las demandas explícitas, sin hacer que los niños exploren nuevos territorios. El bibliotecario es un barquero. La biblioteca tiene la obligación de proponer una colección que permita rebasar los condicionamientos y límites impuestos, se quiera o no, por los diversos medios o las diferentes instituciones que cada quien debe frecuentar.
p. 58 - Seleccionar no significa restringir, sino todo lo contrario. Implica resaltar el valor de lo que se selecciona. He ahí una de las grandes responsabilidades de la biblioteca.
p. 62 - En una política de edición inflacionista, que caracteriza a muchos países en la actualidad, resulta de particular importancia atreverse a informar al público sobre aquellos libros que "realmente valen la pena". Si no, ¿significa una claudicación de los bibliotecarios que no se atreven a tomar partido?
p. 68 - Un clásico es un libro que en el nivel del niño, de su experiencia y de su comprensión aborda de manera eficaz los acontecimientos importantes de la existencia humana: el nacimiento y la muerte, la amistad y el odio, la fidelidad y la traición, la justicia y la injusticia, la duda y la certidumbre. Es un libro que inventa una gran aventura, una situación llena de peligros que el niño va a vivir de manera total e intensa. Es un libro que crea personajes verdaderos en su misma esencia, seres que el niño puede comprender porque le es dado conocerlos en situaciones que les confieren toda su importancia y todo su sentido. Es un libro que crea acertadamente un mundo imaginario en que el niño puede vivir y moverse por un tiempo. Es también un libro que capta y esclarece con fuerza y sensibilidad excepcionales la realidad del mundo que rodea al niño. Es un libro que, en ciertos casos, crea de manera eficaz un humorismo de situación o de carácter o de palabras, un humor que el niño puede entender y compartir. En una palabra, un clásico es una obra que propone a la imaginación del niño una experiencia que seguramente no podrá vivir en ningún otro lugar, al menos con una intensidad semejante, y que sería una lástima que no viviera.
p. 71 - So pretexto de que estos libros [los clásicos], cuya calidad es por lo general admitida, no tocan en forma inmediata más que a unos cuantos niños, los bibliotecarios podrían dudar en adquirirlos y promoverlos, declarándose opuestos a una política de selección que, según ellos, sería elitista. En realidad, se trata simplemente de dar a todos la posibilidad de acceder a lo más enriquecedor. Si no es así, ¿no hay en ello como un rechazo de llevar a cabo la difícil pero apasionante tarea de facilitarles el acceso a libros que no van a pedir de forma espontánea simplemente porque son víctimas de un sistema de distribución masiva que favorece y multiplica los libros mediocres en detrimento de los más originales?
p. 72 - La selección se opone a la idea de censura o a cualquier tipo de restricción. Por el contrario, la selección es sinónimo de riqueza. Permite resaltar el valor de una buena variedad, hacerla emerger de la masa de libros que se repiten de manera uniforme e intercambiable.
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No descarto volver con una segunda entrada una vez haya finalizado la lectura, si es que me encuentro con otras reflexiones que me resulten interesantes. Estas, que giran en torno a la selección, a su importancia dada la situación editorial actual (un poco atenuada por la crisis, pero aun así marcada por la superabundancia de títulos), al concepto de clásico, y al papel de la biblioteca como lugar en el que "conocer la alegría indispensable y fecunda de despabilarse mentalmente" (realmente una frase inolvidable), me han reafirmado en algunas de mis creencias y me han dado argumentos para defender mi postura y mi labor frente a aquellos que piensan de otro modo. Quizá haya alguien más ahí afuera a quien le vengan bien las palabras de Patte...
Pueden leer la introducción de Daniel Goldin en Google Books (además de páginas salteadas del libro, aunque esto no sé si lo encontrarán especialmente útil...)