Sufro la inmensa pena de tu extravío,
siento el dolor profundo de tu partida
y lloro sin que tú sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras
tiene lágrimas negras como mi vida.
Acabas de iniciar tu andadura en mi pasado, le dije. Y me fui, con la espalda tiesa como si me hubiera tragado un palo de escoba (tú me quieres dejar, ay ya no quiero sufrir). Sin mirar atrás. ¿Para qué? Atrás no dejaba nada. Pasado que no mueve molino (Agua del limonero, agua del limonero, si te acaricio la cara tienes que darme un beso). Ni siquiera pensé en su desconcierto. Ya no me importaba. Que lo asumiese como pudiera. El mundo de los adultos está plagado de angustias y decepciones. (Ay en el Guadalquivir las gitanas lavan los niños en las orillas viendo los barcos pasar). Si algo se acaba no hay posibilidad de continuarlo. Es metafísicamente imposible. Se acabó el camino ¿Cómo sigues andándolo? ¿Vuelta atrás? (Contigo me voy gitana y aunque me cueste morir). Ni para coger impulso. Esperan otros caminos. No entiendo a las personas que se aferran a una quimera. ¿Qué es duro? ¿Y qué? Que haga como yo y lo supere. (Ay en el Guadalquivir mi gitana lavaba pañuelos de blanco y oro que yo te daba, que yo te daba).
Hace trece años, seis meses, diecisiete días, catorce horas y veintisiete minutos que lo di por olvidado.
Y aunque tú me has echado en el abandono,
y aunque tú has muerto mis ilusiones;
en vez de maldecirte con justo encono
en mis sueños te colmo
en mis sueños te colmo de bendiciones.
Lágrimas negras, Miguel Matamoros, 1929 (Adaptada por Bebo & Cigala)