Cada mañana, te despiertas miras el techo y piensas en el día que se te viene por delante. Tomas unos minutos para abrazar la almohada una última vez antes de salir de la cama y así empezar el día. Te sientas en el borde de la cama, mirando esa infinita pared donde reflejas tu primer pensamiento coherente, ¿Que me voy a poner hoy? y definitivamente decides no preocuparte aún de contestar esa pregunta y avanzas con lo siguiente.
Lamentablemente tu lado responsable te grita y te dice que salgas de esa cueva, que tienes un día que comenzar y no puedes quedarte ahí todo el día por más que tu lado aterrado desee solo hacer eso. Vuelves a sentarte al borde de tu cama, pero ahora la energía que acumulaste durante la noche durmiendo se desvaneció y tienes que luchar con todas tus fuerzas para poder salir de tu pieza.
Te sientes indefensa, sola e impotente por que quieres cambiar, de verdad quieres hacerlo, el pensamiento esta marcado a fuego en tu cabeza, pero tu voluntad para hacer algo al respecto dejo de acompañarte hace muchos años. Lo que tu lado responsable no toma en cuenta aún es que tienes que enfrentarte a tu peor enemigo en los próximos segundos, por lo que toda responsabilidad va a pasar a un tercer plano y sencillamente la energía acumulada se ira en batallar a ese demonio. Caminas con resignación natural al baño y al prender la luz te decepcionas de lo que ves en el espejo, siguiendo con la rutina te desamarras el pelo y te das cuenta en que tendrás que hacer magia para poder ponerlo en orden, es decir ni tu pelo que dices tanto amar esta bien.
Para colmo aun no te ves detenidamente en el espejo, lo que significa que la ola de inseguridades solo se hará mas grande de aquí en adelante, pero el día no se detiene y tienes que actuar como si tu mente junto con tus emociones no son un torbellino acumulándose en tu garganta. Las lágrimas se te agrupan una a una en tus ojos y te rehusas a llorar, sacas fuerzas de un rincón de tu cuerpo para animarte a mantener la frente en alto. Al final del ritual de cada mañana, te preparas para enfrentar al mundo exterior y a tener que ponerte la mascara del día. Para algunos estas de maravilla, pero otros logran ver tu verdadero humor y se preocupan, es por ellos que tienes mas fuerzas cada día, por la simple existencia de algunos que diligentemente notan tu cambio.
Es así como continuas día a día en una rutina consumidora, la cual cada vez te achica más y empiezas a perder tu identidad original, esa que antes te daba profundo orgullo. Al terminar el día y volver a tu cueva que te da tanto resguardo,. te das cuenta que estas mal y sabes que debes hacer algo al respecto pero estas tan perdida que no sabes por donde empezar, menos que es lo que realmente te esta pasando.