DESPERTAR DE LISBOA
Moisés Cayetano Rosado
Regreso a Lisboa. Es miércoles, de finales de junio. A pesar del repunte de la pandemia y los cercos de fines de semana, parece que el corazón de la ciudad resurge en su vida cotidiana.
Los turistas europeos (asiáticos no vi) pululan por la Baixa, muy contentos de haberse conocido, esquivando o negociando con los vendedores de toda clase de papelinas y pastillas, bebiendo y comiendo en las terrazas de la rua Augusta y los alrededores.
Pedigüeños y artistas estrafalarios se mezclan con los anteriores poniendo una nota neorrealista cruda. En las puertas de las monumentales iglesias del Chiado, de la Catedral, siguen los pobres de pedir. Hay algún limpiabotas todavía.
Desde la Praça de Figuera, torciendo a la Praça dos Restauradores, veo sentados por el suelo a grupos de subsaharianos, hablando en su idioma, como siempre. A la extraordinaria y monumental Iglesia barroca del Convento de São Domingos entran personas silenciosas, arrastrando algunas un carrito “de compra” que le llenan en la sacristía con productos de primera necesidad.
Asisto en la Casa do Alentejo a la presentación del libro Rosa Coutinho, prisioneiro na República do Congo. As descolonizações de África. O assassínio de Lumumba. Mobuto e a CIA. Angola 1961, escrito por mi admirado “Capitão de Abril” Carlos de Almada Contreiras y editado por el abnegado Fernando Mão de Ferro, de Edições Colibri. No somos más allá de 20 personas. Varias, “Capitães de Abril” (departo amistosamente enseguida con João Andrade da Silva, Presidente da Associação Salgueiro Maia) y familiares, hijos, del “Almirante Rojo” Rosa Coutinho (todos tan entrañables), valeroso siempre, decisivo en la “Revolução dos Cravos”, su desenvolvimiento y la descolonización de Angola.
Con el autor (Carlos de Almada Contreiras) y el editor (Fernando Mão de Ferro)
en su presentación, en la Casa do Alentejo de Lisboa.
Regreso, por la Ribeira das Naus (concurrida de jóvenes) al Cais de Sodré para tomar el barco que en poco más de cinco minutos me deja en Cacilhas-Almada, donde aparco habitualmente el coche cuando voy a Lisboa. Me he detenido antes en la Praça do Comercio (otro gran “escenario” de la Revolução dos Cravos): también tiene cierta animación.
Los restaurantes del puerto de Cacilhas comienzan a tener clientela, aunque el mazazo del coronavirus y los intermitentes confinamientos apenas les dejan respirar.
Sigue siendo un gozo volver a Lisboa. Siempre volver a esta ciudad antigua, sencilla y señorial.