Despliegue estratégico de EE.UU. en Internet: discurso sobre lo que está bien o mal según Clinton (+ discurso pdf)

Publicado el 18 febrero 2011 por Norelys @norelysmorales
La Secretaria de Estado, Hillary Clinton ofrecía un segundo discurso sobre la libertad en Internet en Washington, que deja claro el papel que asigna EEUU a esta herramienta en su política y es político el enfoque que hace la diplomacia del primer ciberpresidente de la historia, Barack Obama.
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Varios analistas ofrecen criterios sobre la contradicción de normar lo que “está bien o mal” en Internet, cuando un tribunal federal de Virginia analizaba la petición gubernamental para conocer comunicaciones vía Twitter que considera necesarias en su investigación criminal sobre las filtraciones de Wikileaks.
Paradójicamente la Secretaria de Estado habló de la necesidad de buscar un código de conducta para la actividad en internet que, según señaló, de ninguna manera debe poner en peligro el intercambio libre en las redes sociales, como Twitter o Facebook.
Dicho código al parecer se fundamenta en diseñar la libertad de expresión en la red dándole al presidente de EEUU el poder para cortar la conexión de internet en situaciones de emergencias, dicen, mediante el proyecto de ley Protecting Cyberspace as a National Asset Act (PCNAA), que se evalúa en el Congreso estadounidense.
De aprobarse esta ley, los operadores de internet, los buscadores y los fabricantes de software seleccionados por el Gobierno estarán obligados a cumplir "inmediatamente", y bajo riesgo de multa, las medidas de emergencia impuestas por el Departamento de Seguridad Nacional. Esto se ha estado ensayando con el cierre de blogs y páginas web en EEUU, pero la Secretaria no se refirió al tema.
Decididos a llevar la política en las nuevas condiciones de las redes, Clinton dijo: “En nuestros vigorosos esfuerzos para evitar ataques o aprehender delincuentes, hemos retenido el compromiso con los derechos humanos y las libertades fundamentales. Estados Unidos está decidido a frenar el terrorismo y la actividad criminal en línea y fuera de la línea electrónica, y en ambas esferas estamos comprometidos a tratar de lograr estas metas según nuestras leyes y valores.”
El apoyo financiero no puede separarse de los propósitos imperiales de dominio: “…En los últimos tres años, hemos otorgado más de 20 millones de dólares en subvenciones competitivas por medio de un proceso abierto que incluye la evaluación interinstitucional por parte de especialistas técnicos y en política, con la finalidad de apoyar un grupo en expansión de tecnólogos y activistas que laboran a la vanguardia de la lucha contra la represión en la Internet.”
La señora Clinton, que junto a la Administración de EEUU, considera a Cuba un país represor de la libertad, obviamente no mencionó que EEUU le ha impedido a la Isla el acceso a Internet, pero dijo: “También apoyamos ampliar el acceso a Internet a mayor cantidad de personas…”.
No es cosa de tomar el tema a la ligera. Estados Unidos quiere dictar las normas de Internet, conceptualizar la libertad de expresión, el comercio electrónico… y ellos han puesto los límites. El discurso de H. Clinton el año anterior y este de febrero del 2011 son un despliegue estratégico de envergadura.
Aquí el discurso íntegro.

Discurso sobre libertad en Internet, pronunciado por la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton en la Universidad George Washington el 15 de febrero, 2011
Lo que está bien y lo que está mal en Internet: Opciones y desafíos en un mundo interconectado
Muchas gracias a todos y buenas tardes. Es un placer, una vez más, estar en la Universidad George Washington, lugar en el que he pasado bastante tiempo en diferentes posiciones durante los últimos 20 años. Especialmente quisiera darles las gracias al presidente Knapp y al rector Lerman, puesto que esta es una gran oportunidad para que yo me refiera a un asunto tan importante, y que merece la atención de ciudadanos y gobiernos, y sé que está atrayendo esa atención. Y quizá hoy en mis palabras podamos comenzar un debate mucho más vigoroso que responda a las necesidades que hemos estado observando en tiempo real en nuestros televisores.
Unos pocos minutos después de la medianoche del 28 de enero, Internet se apagó en todo Egipto. Durante los cuatro días previos, cientos de miles de egipcios habían marchado para exigir un nuevo gobierno. Y el mundo, en sus televisores, computadoras portátiles, teléfonos celulares y teléfonos inteligentes, había seguido cada paso. Fotos y vídeos de Egipto inundaron la red. En Facebook y Twitter, los periodistas publicaron sus informes en vivo, los manifestantes coordinaron sus próximos movimientos, y los ciudadanos de todos los ámbitos compartieron sus esperanzas y miedos respecto este momento clave en la historia de su país.
Millones de personas en todo el mundo respondieron en tiempo real: “No están solos, estamos con ustedes”. El gobierno de entonces desenchufó el cable. El servicio de teléfonos móviles se interrumpió, las señales de televisión por satélite se atascaron, y el acceso a Internet fue bloqueado para casi toda la población. El gobierno no quería que la gente se comunicara entre sí y no quería que la prensa se comunicara con el público. Ciertamente no quería que el mundo observara.
Los acontecimientos en Egipto hacían recordar otro movimiento de protesta que se produjo dieciocho meses antes en Irán, cuando miles de personas marcharon tras unas elecciones cuestionadas. Esos manifestantes también utilizaron sitios web para organizarse. Un vídeo que se tomó con un teléfono móvil mostraba a una joven llamada Neda asesinada por un miembro de las fuerzas paramilitares; en pocas horas, gente de todo el mundo estaría mirando ese videoclip.
Las autoridades utilizaron la tecnología también. La Guardia Revolucionaria acosó a los miembros del Movimiento Verde haciendo seguimiento de sus perfiles personales en línea; y como en Egipto, durante un tiempo el gobierno clausuró la Internet y también las redes móviles. Después de que las autoridades hicieran redadas en casas particulares, atacaran las residencias universitarias, hicieran arrestos en masa, torturaran y dispararan contra las multitudes, las protestas terminaron.
Sin embargo en Egipto, la historia terminó de manera diferente. Las protestas continuaron a pesar de la falta de acceso a Internet. La gente organizó marchas por medio de volantes e información verbal y utilizó módems de líneas telefónicas de tierra y máquinas de fax para comunicarse con el mundo. Tras cinco días el gobierno cedió y Egipto recuperó el uso de la línea electrónica. Las autoridades entonces intentaron utilizar Internet para controlar las manifestaciones al ordenar a las compañías de telefonía móvil que enviaran mensajes de texto en favor del gobierno y arrestando a blogueros y a quienes organizaban las manifestaciones desde la línea electrónica. Sin embargo, 18 días después de que comenzaran las manifestaciones, el gobierno se quebró y el presidente renunció.
Lo que ocurrió en Egipto y lo que ocurrió en Irán, que esta semana está de nuevo empleando la violencia contra los manifestantes que pretenden libertades básicas, tiene que ver mucho más que con Internet. En cada caso, las personas protestaron ante la profunda frustración respecto de las condiciones políticas y económicas que afectan a sus vidas. Se pusieron de pie y marcharon y cantaron, y las autoridades los rastrearon y bloquearon y detuvieron. Internet no hizo ninguna de esas marchas. La gente las hizo. En ambos países la manera en que los ciudadanos y las autoridades utilizaron Internet refleja el poder de las tecnologías de conexión; que por una parte son un acelerador de los cambios políticos, sociales, y económicos, y por otra parte un medio para obstaculizar o extinguir esos cambios.
En la actualidad existe un debate en algunos círculos sobre si Internet es una fuerza para la liberación o la represión. Sin embargo creo que este debate ya ha se ha salido de la tangente. Egipto no inspira porque la gente se haya comunicado utilizando Twitter. Egipto inspira porque el pueblo se unió y persistió para exigir un futuro mejor. Irán no es terrible porque las autoridades usen Facebook para perseguir a la oposición y capturarla. Irán es terrible porque es un gobierno que viola habitualmente los derechos de su pueblo.
Por lo tanto, son nuestros valores los que hacen que estas movilizaciones inspiren o nos escandalicen, nuestro sentido de la dignidad humana, los derechos que manan de estos y los principios en los que se fundamentan. Y son estos valores los que deben dirigirnos a pensar sobre lo que tenemos por delante. Dos mil millones de personas en línea en la actualidad, casi un tercio de la humanidad. Surgimos de todos los rincones del mundo, vivimos bajo todo tipo de gobiernos, y nos adherimos a todo tipo de sistema de convicciones. Y cada vez con más frecuencia acudimos a Internet para actuar en importantes aspectos de nuestras vidas.
Internet se ha convertido en el espacio público del siglo XIX: La plaza del pueblo del mundo, el aula, el mercado, la cafetería, la discoteca. Todos formamos y nos formamos lo que ocurre en ese espacio, los 2.000 millones que van en aumento. Y esto presenta un desafío. Para mantener una Internet que aporte al mundo los más grandes beneficios posibles, tenemos que tener una seria conversación sobre los principios que nos guiarán, las reglas que existen y que no deben existir y por qué, qué comportamientos deben recibir impulso y cuáles no y de qué manera hacerlo.
La meta no es decirle a la gente como usar Internet, como tampoco le decimos a la gente como utilizar una plaza pública, ya sea la plaza Tahrir o Times Square. El valor de estos espacios se deriva de la diversidad de actividades que la gente puede realizar en ellos, desde tener una manifestación hasta vender sus verduras o tener una conversación privada. Estos espacios proporcionan una plataforma abierta, y así lo hace también Internet. No está al servicio de ninguna agenda particular, y no debe estarlo. Sin embargo si la gente en todo el mundo va a encontrarse todos los días en línea y tener una experiencia segura y productiva, debemos tener una visión compartida que nos sirva de guía.
Hace un año ofrecí un punto de partida para esa visión, al hacer un llamamiento al compromiso mundial en favor de la libertad en Internet, con la protección de los derechos humanos en línea tal y como hacemos fuera del espacio electrónico. Los derechos de los individuos a expresar libremente sus puntos de vista, a presentar peticiones a sus líderes, a orar según sus creencias; estos derechos son universales, ya se ejerzan en una plaza pública o en un blog individual. Las libertades de asamblea y asociación también son aplicables al ciberespacio. En nuestros tiempos, es posible para la gente reunirse en pro de un interés común tanto en línea como en una iglesia o un centro laboral.
Juntas las libertades de expresión, de asamblea y de asociación en línea electrónica comprenden lo que yo he denominado como la libertad de conectarse. Estados Unidos apoya esta libertad para los pueblos de todas partes, y hemos hecho un llamamiento a otros países para que hagan lo mismo. Puesto que deseamos que la gente tenga la opción de ejercer esta libertad. También apoyamos ampliar el acceso a Internet a mayor cantidad de personas. Y puesto que para tener valor, la Internet debe operar de manera constante y confiable, apoyamos el sistema con la multiplicidad de partes interesadas que gobierna Internet en la actualidad, que la ha mantenido funcionando consistentemente superando toda clase de interrupciones a lo largo y ancho de las redes, fronteras y regiones.
En el año transcurrido desde mi discurso, personas en todo el mundo han seguido utilizando Internet para resolver problemas compartidos y denunciar la corrupción pública, desde la gente en Rusia donde se hizo seguimiento en línea de incendios y se organizó una patrulla de bomberos voluntarios, pasando por los niños de Siria que usaron Facebook para denunciar el abuso que sus maestros llevaban a cabo, hasta las campañas de Internet en China que ayudan a los padres a encontrar a sus hijos desaparecidos.
Al mismo tiempo, la Internet continua siendo restringida de muchas maneras. En China, el gobierno censura el contenido y orienta las búsquedas de material a paginas erróneas. En Birmania, los sitios independientes de noticias se han desmantelado con ataques distribuidos con la denegación de servicios. En Cuba, el gobierno está intentando crear una intranet nacional para no permitir a sus ciudadanos acceder a la Internet mundial. En Vietnam, los blogueros que critican al gobierno son arrestados y sometidos a abusos. En Irán, las autoridades bloquean los sitios web de la oposición y los medios, hacen de los medios sociales su objetivo, y roban información para identificar a su propia gente y perseguirlos.
Estas actuaciones reflejan un panorama complejo y combustible, y que cada vez lo será más puesto que más miles de millones de personas se irán conectando a Internet.
Aquello que elijamos hoy determinará lo que Internet será en el futuro. Las empresas tienen que determinar si quieren entrar a los mercados y cómo quieren hacerlo en lugares en los que la libertad en Internet es limitada. La gente tiene que decidir como actuar en línea, que información compartir y con quién, qué ideas lanzar y cómo expresarlas. Los gobiernos tienen que elegir la manera de estar a la altura de sus compromisos para proteger la libertad de expresión, asamblea y asociación.
Para Estados Unidos la opción está clara. En el espectro de la libertad en Internet, nos colocamos del lado de la apertura. Ahora, reconocemos que una Internet abierta tiene sus desafíos. Necesita de reglas fundacionales para protegernos de las malas acciones y del daño; y la libertad en Internet eleva las tensiones, como lo hacen todas las libertades, pero consideramos que los beneficios exceden en mucho los costes.
Hoy quisiera hablar acerca de varios de los desafíos que debemos confrontar al tratar de proteger y defender una Internet libre y abierta. Ahora, soy la primera en admitir que ni yo ni Estados Unidos tenemos todas las respuestas, ni siquiera sabemos si tenemos todas las preguntas, pero tenemos el compromiso de hacer las preguntas, de ayudar a liderar la conversación, y de defender no solamente los principios universales sino también los intereses de nuestros pueblos y nuestros asociados.
El primer desafío es lograr tanto la libertad como la seguridad. La libertad y la seguridad se suelen presentar como iguales y como opuestas; cuanto más se tiene de una, menos se tiene de la otra. De hecho, considero que cada una hace posible la otra. Sin seguridad, la libertad es frágil. Sin libertad, la seguridad es opresiva. El desafío es encontrar la medida adecuada: suficiente seguridad como para hacer posible el ejercicio de nuestras libertades pero no tanta o tan poca que las pongan en peligro.
Encontrar la medida propia para Internet es crítico porque las cualidades que hacen de Internet una fuerza para un progreso sin precedentes son la apertura, su efecto nivelador, su alcance y velocidad, y al mismo tiempo estas también hacen posible las malas actuaciones en una escala sin precedentes. Los grupos de terroristas y extremistas utilizan la Internet para reclutar miembros, y realizar complots y llevar ataques a cabo. Los traficantes de personas utilizan la Internet para encontrar y atraer a nuevas víctimas hacia la esclavitud de hoy día. Los pornógrafos infantiles utilizan la Internet para explotar a niños. Los piratas informáticos penetran las instituciones financieras, redes de telefonía móvil, y cuentas personales de correo electrónico.
Por tanto necesitamos estrategias con éxito para combatir estas amenazas y otras más sin restringir la apertura que compone el mejor atributo de la Internet. Estados Unidos hace un agresivo seguimiento y paraliza a criminales y terroristas en línea. Invertimos en la ciberseguridad de nuestro país, tanto para evitar incidentes cibernéticos como para reducir su impacto. Cooperamos con otros países para luchar contra el crimen transnacional en el ciberespacio. El gobierno de Estados Unidos invierte en ayudar a otros países a crear su propia capacidad para aplicar la ley. También hemos ratificado el Convenio de Budapest sobre Ciberdelincuencia, que establece las medidas que los países deben tomar para asegurar que la Internet no se utilice mal por parte de criminales y terroristas al tiempo que se protegen las libertades para nuestros propios ciudadanos.
En nuestros vigorosos esfuerzos para evitar ataques o aprehender delincuentes, hemos retenido el compromiso con los derechos humanos y las libertades fundamentales. Estados Unidos está decidido a frenar el terrorismo y la actividad criminal en línea y fuera de la línea electrónica, y en ambas esferas estamos comprometidos a tratar de lograr estas metas según nuestras leyes y valores.
Ahora, otros han tomado un enfoque diferente. La seguridad se invoca con frecuencia como justificación para duros ataques a la libertad. Sin embargo, esta táctica no es una novedad de la era digital, sino que tiene un nuevo eco al haber dado la Internet a los gobiernos nuevas capacidades para localizar y castigar a los defensores de los derechos humanos y a los disidentes políticos. Los gobiernos que arrestan a blogueros, que espían las actividades pacificas de sus ciudadanos y limitan el acceso a Internet puede que estén aludiendo a la búsqueda de la seguridad. De hecho, puede que incluso la crean, dado el modo que la definen, pero van por la vía equivocada. Aquellos que clausuran la libertad en Internet puede que supriman la plena expresión de los anhelos de sus pueblos por un tiempo, pero no para siempre.
El segundo desafío es proteger tanto la transparencia como la confidencialidad. La fuerte cultura de transparencia de Internet se deriva de su poder de hacer que la información de toda clase esté disponible instantáneamente. Pero además de ser un espacio público, la Internet es también un canal para las comunicaciones privadas. Y para que eso continúe, debe haber protección para las comunicaciones confidenciales en línea. Piensen ustedes en todas las maneras en las que las personas y organizaciones dependen de las comunicaciones confidenciales para hacer su trabajo. Los negocios sostienen conversaciones confidenciales cuando desarrollan nuevos productos para ir adelante de sus competidores. Los periodistas mantienen confidenciales los detalles de algunas fuentes para protegerlas de la exposición o las represalias. Y los gobiernos también dependen de la comunicación confidencial, en línea y fuera de línea. La existencia de las tecnologías de conexión quizás haga que sea más difícil mantener la confidencialidad, pero no altera la necesidad de la misma.
Sé que la confidencialidad del gobierno ha sido un tema de debate durante los meses pasados a causa de WikiLeaks, pero ese ha sido un debate falso, en muchos sentidos. Fundamentalmente, el incidente de WikiLeaks empezó con un acto de robo. Los documentos del gobierno fueron robados, como si hubiesen sido pasados de contrabando en un portafolio. Algunos han sugerido que este robo fue justificado porque los gobiernos tienen la responsabilidad de realizar todo su trabajo a plena vista de nuestros ciudadanos. Yo, respetuosamente no estoy de acuerdo. Estados Unidos no podría proporcionar seguridad a nuestros ciudadanos ni promover la causa de los derechos humanos y la democracia en el mundo si tuviéramos que hacer público cada uno de nuestros esfuerzos. La comunicación confidencial le da a nuestro gobierno la posibilidad de hacer un trabajo que de otro modo no podría hacerse.
Consideren ustedes nuestra labor con los ex estados soviéticos para asegurar el material nuclear. Al mantener confidenciales los detalles, hacemos que sea menos probable que los terroristas, o criminales, encuentren y roben ese material nuclear para sus propios propósitos. O consideren ustedes el contenido de los documentos que WikiLeaks hizo públicos. Sin comentar acerca de la autenticidad de ningún documento en particular, podemos observar que muchos de los cables publicados por WikiLeaks se relacionan con el trabajo de derechos humanos realizado en todo el mundo. Nuestros diplomáticos colaboran estrechamente con activistas, periodistas y ciudadanos para desafiar las transgresiones de los gobiernos opresivos. Es un trabajo peligroso. Al publicar los cables diplomáticos, WikiLeaks expuso a las personas a un riesgo aun más grande.
Para operaciones como éstas, la confidencialidad es esencial, especialmente en la era de la Internet, cuando la información peligrosa puede enviarse a todo el mundo con sólo oprimir una tecla. Pero por supuesto, los gobiernos también tienen el deber de ser transparentes. Gobernamos con el consentimiento del pueblo, y ese consentimiento debe ser informado para que sea significativo. Por lo tanto debemos ser juiciosos acerca de cuándo bloqueamos nuestro trabajo al público, y debemos revisar nuestras normas con frecuencia para asegurar que sean rigurosas. En Estados Unidos tenemos leyes diseñadas para asegurar que el gobierno haga su trabajo abierto al público. La administración Obama también ha lanzado una iniciativa, sin precedente, para poner datos del gobierno en línea, alentar la participación de los ciudadanos y aumentar en general la apertura del gobierno.
La habilidad del gobierno de Estados Unidos de proteger al país, asegurar las libertades de nuestro pueblo, y apoyar los derechos y la libertad de otros en todo el mundo dependen de mantener un equilibrio entre lo que es público y lo que debe quedar fuera del dominio público. La balanza debe inclinarse y siempre se inclinará a favor de la sinceridad, pero inclinar la balanza completamente no sirve a los intereses de nadie. Permítanme dejar bien sentado: Dije que el incidente de WikiLeaks comenzó con un robo, como si hubiese sido ejecutado al sacar de contrabando papeles en un portafolio. El hecho de que WikiLeaks utilizó la Internet no es la razón por la que criticamos sus acciones. WikiLeaks no desafía nuestro compromiso con la libertad en Internet.
Una última palabra sobre este asunto. En los días que siguieron a estas filtraciones hubo informes de que el gobierno de Estados Unidos intervino para obligar a las empresas privadas a negar el servicio a WikiLeaks. Ese no es el caso. Algunos políticos y analistas pidieron públicamente que las compañías se desasociaran de WikiLeaks, mientras que otros las criticaron por hacerlo así. Los funcionarios públicos son parte del debate público de nuestro país, pero hay una línea entre expresar opiniones y ejercer coerción de conducta. Las decisiones comerciales que las empresas privadas puedan haber tomado para imponer sus propios valores o políticas con respecto a WikiLeaks no fueron a dirección de la administración Obama.
Un tercer desafío es proteger la libre expresión, a la vez que se fomenta la tolerancia y la cortesía. A esta audiencia no tengo que decirle que la Internet alberga toda clase de lenguaje: falso, ofensivo, incendiario, innovador, veraz y hermoso.
La multitud de opiniones e ideas que recorren la red Internet son resultado de su apertura y reflejo de nuestra diversidad humana. En línea, todos tienen una voz. Y la Declaración Universal de los Derechos Humanos protege la libertad de expresión para todos. Pero lo que decimos tiene consecuencias. Las palabras odiosas o difamatorias pueden inflamar hostilidades, profundizar divisiones y provocar violencia. En la Internet, este poder es aun mayor. La expresión intolerante a menudo se amplifica y es imposible retractarla. Por supuesto, la Internet también ofrece un espacio extraordinario para que la gente salve sus diferencias y cree confianza y comprensión.
Algunos son de la opinión que al fomentar la tolerancia, algunas ideas odiosas deben ser silenciadas por los gobiernos. Consideramos que los esfuerzos de limitar el contenido de la expresión raramente tienen éxito y a menudo se convierten en excusa para violar la libertad de expresión. En vez de eso, como se demostrado históricamente repetidas veces, la mejor respuesta a la expresión ofensiva es más expresión. Las personas pueden y deben pronunciarse contra la intolerancia y el odio. Al exponer ideas al debate, las que tienen mérito tienden a reforzarse, mientras que las ideas débiles y falsas tienden a desvanecerse; quizás no instantáneamente, pero si tarde o temprano.
Este enfoque no desacredita inmediatamente toda idea de odio ni convence a todo intolerante de que cambie de opinión. Pero como sociedad hemos determinado que es mucho más efectivo que cualquier otro enfoque. Borrar lo escrito, bloquear el contenido, detener a los portavoces -- estas acciones suprimen las palabras, pero no afectan las ideas fundamentales. Simplemente marginan a las personas que tienen esas ideas a lugares donde sus convicciones pueden profundizarse sin obstáculo.
El año pasado, Hannah Rosenthal, la enviada especial de Estados Unidos para vigilar y combatir el antisemitismo, hizo un viaje a Dachau y Auschwitz con una delegación de imanes y líderes musulmanes estadounidenses. Muchos de ellos previamente habían negado el Holocausto, y ninguno e ellos había denunciado jamás la negación del Holocausto. Pero al visitar los campos de concentración, demostraron la voluntad de considerar una opinión distinta, y el viaje tuvo un verdadero impacto. Juntos oraron y firmaron mensajes de paz. Y escribieron en árabe muchos de esos mensajes en los libros de visitantes. Al concluir el viaje, leyeron una declaración que juntos escribieron y firmaron en condena sin reserva de la negación del Holocausto y todas las otras formas de antisemitismo.
El mercado de ideas dio resultado. Estos líderes no habían sido arrestados por su postura previa ni se les había ordenado permanecer en silencio. Sus mezquitas no fueron clausuradas. El estado no los obligó con fuerza. Otros apelaron a ellos con los hechos, y su expresión se atendió mediante las expresiones de otros.
Estados Unidos restringe ciertos tipos de expresión de conformidad con lo que dicta la ley y nuestras obligaciones internacionales. Tenemos reglas con respecto a la difamación y la calumnia, la difamación y el lenguaje que incita a la violencia inminente. Pero imponemos estas reglas de manera transparente, y los ciudadanos tienen el derecho de apelar en cuanto a cómo se las aplica. No restringimos la expresión incluso si la mayoría de las personas la encuentran ofensiva. La historia, después de todo, está llena de ejemplos de ideas que fueron prohibidas por razones que ahora consideramos incorrectas. Se castigó a la gente por negarse a reconocer el derecho divino de los reyes, o por sugerir que a las personas se debe tratar por igual, sea cual sea su raza, género o religión. Estas restricciones quizás reflejaban el punto de vista dominante en esos tiempos, y variaciones de estas restricciones todavía siguen vigentes en lugares de todo el mundo
Pero cuando se trata de la expresión en línea, Estados Unidos ha escogido no apartarse de nuestros principios de larga data. Instamos a nuestro pueblo a expresarse con cortesía, a reconocer el poder y el alcance que sus palabras pueden tener en línea. Hemos visto en nuestro propio país ejemplos trágicos de cómo la intimidación en línea puede tener consecuencias terribles. Quienes estamos en el gobierno debemos dar el ejemplo en el tono que usamos y las ideas que defendemos. Pero el liderazgo también significa facultar a las personas para que tomen sus propias decisiones, en lugar de intervenir y quitarles esas opciones. Protegemos la libertad de expresión con la fuerza de la ley, y apelamos a la fuerza de la razón para triunfar sobre el odio.
Ahora bien, no siempre es fácil impulsar estos tres grandes principios a la vez. Dan lugar a tensiones y representan desafíos. Pero nosotros no tenemos que escoger entre ellos. La libertad y la seguridad, la transparencia y la confidencialidad, la libertad de expresión y la tolerancia, todas conforman las bases de una sociedad libre, abierta y segura, así como una Internet libre, abierta y segura donde se respetan los derechos humanos universales, y que ofrece el espacio para un mayor progreso y prosperidad a largo plazo.
Algunos países están probando un enfoque diferente, reducen los derechos en línea y trabajan para erigir barreras permanentes entre las distintas actividades -- cambios económicos, discusiones políticas, expresiones religiosas e interacciones sociales. Quieren mantener lo que les agrada y suprimir lo que no les agrada. Pero esto no es tarea fácil. Los motores de búsqueda conectan a los negocios con nuevos clientes, y también atraen usuarios porque proporcionan y organizan noticias e información. Los sitios de interconexión social no son lugares donde los amigos sólo comparten fotos; también comparten opiniones políticas y crean apoyo a causas sociales, o se comunican con contactos profesionales para colaborar en nuevas oportunidades de negocios.
Las barreras que dividen la Internet, que bloquean el contenido político o prohíben amplias categorías de expresión, o permiten ciertas formas de asamblea pacífica pero prohíben otras, o intimidan a las personas para que no expresen sus ideas, son mucho más fáciles de erigir que de mantener, no sólo porque la gente utiliza el ingenio humano para evadirlas o pasar por ellas, sino porque no hay una Internet económica y una Internet social y una Internet política. Hay sólo Internet. Y mantener las barreras que tratan de cambiar esta realidad representa una variedad de costos, morales, políticos y económicos. Unos países quizás puedan absorber estos costos por un tiempo. Pero nosotros consideramos que son insostenibles a largo plazo. Hay costos para tratar de estar abiertos a los negocios pero cerrados a la libre expresión: costos al sistema de educación de una nación, a su estabilidad política, a su movilidad social y a su potencial económico.
Cuando los países reducen la libertad en Internet, ponen límites a su futuro económico. Sus jóvenes no tienen pleno acceso a las conversaciones y debates que ocurren en el mundo o no están expuestos a la libre indagación que incita a las personas a cuestionar viejas prácticas e inventar nuevas. Y al prohibir las críticas a sus funcionarios, los gobiernos están más susceptibles a la corrupción, lo que crea trastornos económicos con efectos a largo plazo. La libertad de pensamiento y la igualdad de oportunidades que la ley hacen posibles son parte de lo que da impulso a las economías de innovación.
No es motivo de sorpresa que la semana pasada el Consejo de Negocios Europeo Estadounidense, un grupo de más de 70 compañías, haya emitido una declaración pública de apoyo firme a la libertad en Internet. Si uno invierte en países con políticas agresivas de censura y vigilancia, su sitio en la web podría ser cerrado sin advertencia alguna, el gobierno podría introducirse en sus servidores, sus diseños podrían ser robados o su personal amenazado con arresto o expulsión por no cumplir con una orden motivada por razones políticas. Los riesgos a sus ganancias y su integridad en algún momento serían mayores que las posibles recompensas, especialmente si existen oportunidades comerciales en otros lugares.
Ahora, algunos han señalado a unos cuantos países, en particular a China, que parece destacar como una excepción, un lugar donde la censura en la Internet es elevada y el crecimiento económico sólido. Es evidente que muchas empresas tienen la voluntad de tolerar políticas restrictivas en Internet con la finalidad de obtener acceso a esos mercados, y en el corto plazo, aun quizás en el mediano plazo, esos gobiernos podrán tener éxito en mantener una Internet segmentada. Pero a largo plazo esas restricciones tienen costos que algún día amenazarán en convertirse en un obstáculo que restrinja el crecimiento y el desarrollo.
Existen costos políticos también. Consideren Túnez, donde la actividad económica en línea electrónica fue parte importante de los vínculos de ese país con Europa, cuando la censura en línea estaba al mismo nivel con China e Irán; pero el esfuerzo de Túnez en dividir a la red Internet del sector económico y de “todo lo demás” no se pudo sostener. El pueblo, en especial los jóvenes, encontraron maneras de usar tecnologías de conexión para organizar y compartir reclamos, los cuales, como sabemos, ayudaron a estimular un movimiento que condujo a un cambio revolucionario. En Siria, también, el gobierno intenta negociar una contradicción que no es negociable. Tan sólo la semana pasada, el gobierno levantó la prohibición contra Facebook y YouTube, por primera vez en tres años, y ayer condenó a una joven adolescente por espionaje y la sentenció a cinco años de cárcel por las opiniones políticas que expresó en su blog.
Esto, también, es insostenible. La demanda para el acceso a plataformas de expresión no puede ser satisfecha cuando por usarlas uno acaba en prisión. Consideramos que los gobiernos que han erigido barreras contra la libertad en Internet, ya sean filtros técnicos, regímenes de censura o ataques contra quienes ejercen sus derechos de expresión y asamblea en línea, eventualmente se encontrarán arrinconados. Enfrentarán el mismo dilema de un dictador y tendrán que elegir entre quitar los obstáculos o pagar el precio por mantenerlos, lo que significa que tendrán que arriesgarlo todo al recurrir a una mayor opresión y resistir el creciente costo de oportunidad de desaprovechar las ideas que han sido bloqueadas y las personas que han desaparecido.
En vez de eso, insto a todos los países a que se nos unan en la postura que hemos adoptado, una postura en favor de un Internet abierto, conducirá a contar con naciones más sólidas y más prósperas. En su principal aspecto esa posición es una extensión de la postura que Estados Unidos tiene desde hace más de 200 años, de que las sociedades abiertas permiten un progreso más duradero, de que el estado de derecho es la base más firme para la justicia y la paz, y de que la innovación prospera donde ideas de todo tipo son expuestas y exploradas. Esta no es una postura sobre computadoras o teléfonos celulares. Es una postura respecto a las personas. Tenemos confianza de que juntos, con esos socios en los gobiernos y los pueblos de todo el mundo que adoptan la misma postura al impulsar los derechos universales que apuntalan las sociedades abiertas, preservaremos a la red Internet como un espacio abierto para todos. Eso rendirá frutos a largo plazo en favor de nuestro progreso y prosperidad compartida. Estados Unidos continuará promoviendo una red Internet donde se protejan los derechos de los pueblos y que esté abierta a la innovación, que sea interoperable en todo el mundo, lo suficientemente segura para que la gente confíe en ella, y lo suficientemente confiable para apoyar su labor.
Durante el último año, recibimos con agrado el surgimiento de una coalición mundial de países, empresas, grupos de la sociedad civil y activistas digitales que buscan impulsar estos objetivos. Hemos encontrado socios sólidos en varios gobiernos del mundo, y hemos sido alentados por la labor de la Iniciativa de la Red Global, que reúne a compañías, catedráticos y ONG para que trabajen juntos en la resolución de los desafíos que enfrentamos, como por ejemplo cómo administrar las solicitudes gubernamentales de censura, cómo decidir si se debe vender tecnología que pueda ser usada para la violación de derechos o cómo gestionar asuntos de privacidad en el contexto de computación en nube. Necesitamos sólidos socios corporativos que asuman compromisos de principios y significativos con la libertad en Internet a medida que trabajemos juntos para impulsar esta causa común.
Comprendemos que para que sean significativas, las libertades en línea se deben trasladar hacia un activismo en el mundo real. Es el motivo por el que trabajamos por medio de nuestra iniciativa, la Sociedad Civil 2.0 para conectar a ONG y sus partidarios con tecnología y capacitación que magnifique su impacto. Asimismo, estamos comprometidos a continuar nuestra conversación con personas en todo lugar del mundo. Es posible que se hayan enterado que la semana pasada inauguramos nuestro canal web con Twitter en árabe y persa, en adición a los que ya tenemos en francés y español. Agregaremos canales similares en chino, ruso e hindú. Esto nos permite conversar en tiempo real, y en ambos sentidos, con personas en cualquier lugar donde exista una conexión que no esté bloqueada por sus gobiernos.
Nuestro compromiso con la libertad en Internet es un compromiso con los derechos de las personas, y estamos equiparando esa decisión con nuestras acciones. Vigilar y responder a amenazas contra la libertad en Internet se ha convertido en parte de la labor diaria de nuestros diplomáticos y expertos en desarrollo. Ellos trabajan para impulsar la libertad en Internet, en el terreno, en nuestras embajadas y misiones en todo el mundo. Estados Unidos sigue ayudando a los pueblos en entornos opresivos contra la red Internet a evitar filtros, al estar un paso delante de quienes censuran, los piratas informáticos, y de los matones que los golpean o mandan a prisión por lo que expresan en línea.
Si bien los derechos que buscamos proteger y apoyar son claros, las diversas formas en que estos derechos son violados son cada vez más complejas. Sé que algunos nos han criticado por no financiar una tecnología única, pero consideramos que no hay una solución inmediata en la lucha contra la represión en Internet. No existe ninguna aplicación para eso. Empiecen a trabajar, ustedes que están allá afuera. Por consiguiente, estamos adoptando una estrategia integral e innovadora, una que equipare nuestra diplomacia con la tecnología, que garantice redes de distribución para herramientas, y que dirija el apoyo hacia quienes se encuentran en primera línea.
En los últimos tres años, hemos otorgado más de 20 millones de dólares en subvenciones competitivas por medio de un proceso abierto que incluye la evaluación interinstitucional por parte de especialistas técnicos y en política, con la finalidad de apoyar un grupo en expansión de tecnólogos y activistas que laboran a la vanguardia de la lucha contra la represión en la Internet. Este año, otorgaremos más de 25 millones de dólares en financiación adicional. Estamos adoptando una estrategia, con un estilo de capital de riesgo, apoyando un portafolio de tecnologías, herramientas y capacitación, y adaptándonos a medida que más usuarios cambian hacia dispositivos móviles. Tenemos nuestros oídos bien abiertos, hablando con activistas digitales sobre las áreas donde necesitan ayuda, y nuestra estrategia diversificada significa que tenemos la capacidad de adaptarnos a las diversas amenazas que enfrentan. Apoyamos múltiples herramientas, de modo que si gobiernos represivos descubren cómo cerrar una, otras están disponibles. Invertimos en tecnología de punta debido a que sabemos que los gobiernos represivos están innovando constantemente sus métodos de represión y tratamos de estar por delante de ellos.
Asimismo, estamos liderando el esfuerzo para reforzar la seguridad cibernética y la innovación en línea, desarrollando capacidad en países en desarrollo, defendiendo normas abiertas y de interoperabilidad y mejorando la cooperación internacional para responder a las amenazas cibernéticas. El vicesecretario de Defensa Lynn pronunció un discurso sobre este tema justamente ayer. Todos estos esfuerzos se desarrollan en base a una década de trabajo para sostener una red Internet abierta, segura y confiable. El próximo año, la administración completará una estrategia internacional para el espacio cibernético, en la que trazará el curso para continuar esta labor en el futuro.
Esta es una prioridad de política exterior para nosotros, una que sólo aumentará en importancia en los próximos años. Es el motivo por el que he creado la Oficina para Coordinación de Asuntos Cibernéticos, para mejorar nuestra labor sobre seguridad cibernética y demás asuntos y facilitar la cooperación a través del Departamento de Estado junto con otras agencias gubernamentales. Designé a Christopher Painter, anteriormente director de Seguridad Cibernética en el Consejo de Seguridad Nacional y un líder en el sector por 20 años, para encabezar esta nueva oficina.
Ha sido extraordinario presenciar el dramático aumento en usuarios de Internet durante los últimos diez años. Pero eso fue sólo el principio. Durante los próximos 20 años, cerca de 5.000 millones de personas se integrarán a la red. Esos son los usuarios que decidirán el futuro.
De modo que estamos planeando para el largo plazo. A diferencia de mucho de lo que sucede en línea, el progreso en este frente será medido en años, no segundos. El curso que tracemos hoy determinará si quienes nos sigan tendrán la oportunidad de experimentar la libertad, seguridad y prosperidad de una Internet abierta.
A medida que vemos al futuro, recordemos que la libertad en Internet no trata sobre ninguna actividad en línea en particular. Trata sobre garantizar que la Internet permanezca como un espacio donde las actividades de todo tipo puedan llevarse a cabo, desde innovadoras e históricas campañas en gran escala hasta las pequeñas acciones comunes en que la gente participa cada día.
Buscamos mantener la Internet abierta para el manifestante que utiliza las redes sociales para organizar una marcha en Egipto; la estudiante universitaria que envía por correo electrónico a su familia fotos de su semestre en el extranjero; el abogado en Vietnam que pone un blog para denunciar la corrupción; el adolescente en Estados Unidos que es acosado y encuentra en línea palabras en apoyo; para el propietario de una pequeña empresa en Kenia que usa la banca móvil para administrar sus ganancias; el filósofo en China que lee boletines académicos para su tesis; el científico en Brasil que intercambia información en tiempo real con sus colegas en el extranjero; y los miles y miles de millones de interacciones en la Internet que suceden cada día a medida que las personas se comunican con sus seres queridos, siguen las noticias, realizan su trabajo y participan en los debates que dan forma a su mundo.
La libertad en Internet trata sobre defender el espacio en el que estas cosas ocurren de modo que permanezca no sólo para los estudiantes aquí hoy, sino para sus sucesores y lo que vendrán después de ustedes. Este es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Seguimos participando en un esfuerzo vigoroso contra quienes siempre nos hemos opuesto, que buscan contener y reprimir, para que vengan a término con su versión de la realidad y no acepten ninguna otra. Pedimos la ayuda de ustedes en nombre de esta lucha. Es una lucha por los derechos humanos, es una lucha por la libertad humana y es una lucha por la dignidad humana.
(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://www.america.gov/esp)