En los años pasados 2010 y 2011, coincidiendo con los altos precios petroleros, se expandió una vez más, la idea de que nos encontrábamos en el peack-oil, una literatura específica sobre el oil-crash, avisaba de haber llegado al pico máximo de producción de hidrocarburos, discurso tradicional que tiene un hueco desde los setenta, junto con otros del tipo del fin del capitalismo, la última crisis, etc. La realidad es que tres años después nos encontramos en una etapa de exceso de oferta, sobreproducción por encima de la capacidad de consumo. Que gastamos inmensas cantidades de materias primas obtenidas del planeta y no las reponemos parece evidente, que es necesario un estilo de vida distinto, también, etc. etc. pero en ese entorno es sencillo sentirse apabullado más de la cuenta por estudios apocalípticos habitualmente desde hace cincuenta años, al ser tan poco rigurosos e insistentes torpedean la capacidad de influencia y asentamiento de ideas de ecología política. ¿Qué pasó para que los precios cayeran en seis meses hasta la mitad?, lo más conocido es que el mundo gasta menos petróleo, la recesión económica europea disminuye demanda, la reducción de velocidad de crecimiento china necesita de menos petróleo, y los problemas de la crisis que afectan a países emergentes ahora les hacen consumir menos cuando hasta no hace mucho tiraban como locos de la demanda. Y luego está la revolución energética de EEUU, (y en parte Canadá), shale oil y shale gas, aceites de esquito bituminoso, que inundó su mercado hasta acercarse a la autosuficiencia.
Continuará