Después de amanecer

Publicado el 20 marzo 2011 por Jesuscortes
Los años de carestía posteriores a la depresión de 1929 y a diferencia de lo que ahora sucede en Occidente,  propiciaron la aparición de una oleada de películas de muy diversas nacionalidades - entonces sí que la globalización, al menos en cuanto a cine se refiere, pudo ser real -, incluso en las cinematografías más punteras, de naturaleza  fundamentalmente optimista, tan realistas a la hora de reflejar las dificultades que atravesaba una mayoría de la población como aún arraigadas y defensoras de los valores de un humanismo que remontaría esas situaciones aplicando sentido común, ganas de vivir, valor y un sentido de la dignidad que ahora parece a la venta.
Ni el sensacionalismo que buscaba hacer sentirse un afortunado a quien se sentaba en la platea a contemplar ajenamente problemas que quizá relativizaran los suyos ni el nihilismo para arrebatar la poca o mucha esperanza que el público aún conservara, se encontraban entre sus ingredientes. "Man´s castle" y tantos otros Borzage que ya barruntaban el desastre, la mágica "Zoo in Budapest", "The struggle", "Ze soboty na nedêli", "Heroes for sale" encabezando los Wellman, "Bed of roses" y otros La Cava, un buen número de Sun Yu y Ozu contemporáneos, "Our daily bread", incluso "Merlusse" y otras tantas, aún contaban decididamente con las personas como principal (y único) capital de un país por muy empobrecido que se hubiese quedado por culpa de los que habían robado, malversado, escondido y, en fin, "movido" el dinero de donde generaba riqueza también para otros a su exclusivo territorio.Son todas ellas películas duras, con escenas a veces terribles, que para nada gustarían ser vividas aún vestidas ocasionalmente con ropajes de comedias o plagadas de ironía y que reflejaban la tensión, la tristeza o el gris porvenir que esperaba los próximos años a mucha gente víctima de las circunstancias, que tuvieron que vivir con lo puesto, perder sus sueños, olvidar sus aspiraciones, quizá para siempre.De todas ellas, una de las mejores y la que debería ser la bandera de todas es "Sonnenstrahl", el optimismo hecho celuloide.Más capriana que Capra - que quizá tuvo en cuenta su final para el que corona su obra máxima, "It´s a wonderful life" -, "Sonnenstrahl" es también por desgracia una de las menos recordadas y difundidas, en ninguna de las dos versiones circulantes, alemana o francesa ("Gardez le sourire").Desde luego la popularidad del húngaro itinerante Pál Fejös nunca fue grande.
A excepción de su justamente célebre "Lonesome", ninguna otra de las películas de su olvidada singladura ha obtenido grandes titulares en ninguna parte. No los hubiese merecído su versión de "Fantômas", pero sí con creces su muy personal y shakespeariana "Ítél a Balaton" o la espléndida "Tavaszí, zápor / Marie, légende hongroise", y hasta mal se recuerdan sus otros films americanos, la ambiciosa "Broadway", "The last performance / The magician" - que bien pudo ser tan famosa como muchos Browning o Murnau - o la aparentemente desaparecida ya "The last moment".
En general ni han contado ni cuentan con buenas copias o siquiera forma de ser encontradas para revalorizar su carrera, pero pocas dudas puede haber del talento de Fejös a poco que se entre en contacto con su cine, o de si sabía dirigir actores, economizar planos y escenas y si tenía sentido del humor. Ahora que sin duda somos más listos, estamos mejor informados y cualquiera es más mundano y entiende casi de todo, "Sonnenstrahl" y su juvenil entusiasmo inarredrable aún sin tener un groschen en el bolsillo, debe parecer una cómica fantasía pasada de moda para una gran mayoría: felicidad sin dinero, verdadera fe en las posibilidades individuales más allá de una línea tecleada en un curriculum vitae, capacidad para empezar desde cero las veces que hagan falta, la vida como un regalo si quieres a alguien...
El efecto del film puede ser ahora incluso el opuesto a su sentido porque la historia de amor sin grandes pasajes románticos al uso, casi más de amistad y reconocimiento mutuo de una inocencia aún no perdida, entre el chófer en paro Hans (Gustav Fröhlich) y la aún ni veinteañera Anna (la siempre maravillosa  Annabella) - ambos, carne de suicidio  al comienzo del film - es cualquier cosa menos sospechosamente ejemplificante, menos aún una demagógica llamada a la resistencia, con lo que queda eliminado el matiz sociológico que "justificaría" su recorrido y envilecería su sombra.
Poner buena cara a los trabajos menos edificantes, encontrar el lado divertido a cualquier situación y mirar a la gran y hostil Viena como a un permanente (eliminando el matiz escapista, liberador que la conexión con "Sunrise" lleva a hacer, aunque consista básicamente en la misma cosa: ver el mundo desde otro punto de vista) escenario para el disfrute del tiempo que les reste juntos, supongo que se antoja ahora poca porción del pastel de la vida.
"Sonnenstrahl" tiene el ritmo adecuado, que parece improvisado y que de tan ligero resultan aún más abruptas las contadas escenas dramáticas que contiene, que fastidian a los protagonistas casi tanto como al público que disfrutaba de sus simpáticas peripecias. Esa combinación de ligereza amenazada por la tragedia que Leo McCarey elevó a lo máximo.
Es precisamente esa característica, la empatía, la que ha atravesado ocho décadas sin mácula para conservar al film con toda su frescura, como los grandes Borzage con los que comparte una defensa cerrada de la pareja como límite máximo exterior de la felicidad.