La autocrítica global e individual es indispensable para la búsqueda de soluciones inmediatas. Si cada uno se enroca en el inmovilismo y la posición de autodefensa (la culpa es de otro), ese proceder conduce a la persistencia en el error además de a un egoísmo típico de mal deportista de equipo.
Otro factor muy importante sería el desoír las voces ventajistas asociadas al negativismo que suele provenir desde fuera (parte del público a quien no caigas bien o presuponiendose que muchos de ellos son "eruditos en la materia, visionarios y que tienen la pócima secreta") o incluso desde dentro (algún jugador que le sirva la derrota de caldo de cultivo para sus intereses personales).
Por ello, un entrenador ha de ser íntegro, ostentar unos principios bien asentados, ser humilde y deportista para reconocer el mérito del rival y asumir la derrota y, cómo no, ser firme y trabajador capaz para revertir la situación como líder de la nave.