No es fácil dejar de querer a una persona y tampoco es fácil dejar de ser querido. Sea una pareja o un amigo por desgracia las personas crecen y no siempre en la misma dirección por lo que algo que antes te parecía una característica maravillosa de una persona de repente es algo insoportable. De repente te das cuenta de que no te apetece contarle cosas, hacerle partícipe de tu día a día… y puede ser porque con los años ya no tienes nada que ver con ella o porque pequeñas cosas que querías no ver van haciendo mella y desgastan la relación
Y se parte el corazón por un lado y otro, porque uno no sabe cómo alejarse de esa persona sin hacerle daño y porque el otro se aferra a una relación que ya no existe.
Existen dos opciones: aceptarlo, ser sinceros e intentar salir lo menos dañados posible o iniciar una guerra en la que salen heridos todos, los implicados y los que les rodean.
Despedirse de alguien que ha formado parte de tu vida desde que recuerdas no es sencillo especialmente cuando llegan los insultos o las faltas de respeto. Es difícil decir adiós como merece, recordando con cariño, sin que el enfado hable en lugar de la bondad de las personas.
Por eso hoy mi adiós es tranquilo pero firme. Alto y claro y por el bien de los dos adiós.