‘Después de Lucía’, brutal bofetada de realidad

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

En México tenemos un serio problema que lleva décadas dándonos dolor de cabeza, a las personas que aprecian el buen cine me refiero, y es que somos un país sumergido en el melodrama de las telenovelas que abundan año con año en las dos cadenas televisivas más grandes e inservibles de México, como lo son Televisa y Tv Azteca. Pese a la pobre calidad de sus programas, especialmente las dichosas telenovelas, el público sigue sintonizando productos basura, aunque afortunadamente poco a poco son más las personas que van abriendo los ojos y se van decantando por mejores propuestas televisivas y cinematográficas. Y es que el virus de la telenovela afecta al cine que sufridamente se puede distribuir y filmar por acá, y encima resulta ser en la mayoría de los casos lo mismo que vemos en la casa; bueno, el panorama futuro no puede ser nada alentador.

Milagrosamente en años recientes ciertos directores mexicanos han tomado la iniciativa de hacer un cine más visceral, mas realista y mucho más crudo y brutal de lo que normalmente vemos por estos rumbos. Alejándose del melodrama penoso y barato que pretende manipular sentimientos, directores como Fernando Eimbcke (Temporada de Patos), Francisco Franco Alba (Quemas las naves) o Gerardo Naranjo (Miss Bala), han tomado la estafeta de un cine mucho más sincero, menos fantasioso e inverosímil, mucho mas salvaje, violento y creíble. No es por nada que sus trabajos hayan sido premiados en diversos festivales por la crítica especializada, aunque desafortunadamente el público, mexicano, poca oportunidad le ha dado a estos proyectos. Este año toca el turno a Michel Franco, quien con su cruel visión del Bully, en Después de Lucía, ha cosechado éxito tras éxito en el festival que se ha presentado, dejando el nombre de México por las nubes. Finalmente su obra llega a nuestras carteleras, y no queda más que aplaudir semejante arrojo al filmar una de las películas más crudas, crueles, realistas y desesperanzadoras del cine mexicano.

Después de Lucía nos presenta la vida de Alejandra, interpretada maravillosamente por Tessa Ía, una adolescente que se muda a la ciudad de México al lado de su padre, un enorme Hernán Mendoza, luego de que su madre muriese en un accidente automovilístico en Puerto Vallarta. Alejandra y Roberto, su padre, deberán dejar atrás el pasado e intentar iniciar una nueva vida. Mientras que Roberto sufre la depresión y soledad que le dejo la perdida de su esposa, Alejandra es víctima de los abusos de sus compañeros de escuela al difundirse un vídeo sexual de ella teniendo relaciones con un compañero suyo. Esta es la premisa, y lo que viene es puro cine. La secuencia inicial y la final es prácticamente la misma, y esto nos da razón de comprender la verdadera trama de la película y lo que Franco nos quiere narrar.

La muerte de la madre de Alejandra no solo es el detonante para el comportamiento de ambos personajes, su padre incluido, sino que sienta las bases para el desarrollo personal y emocional ante los sucesos que están por ocurrir. La primera aparición de Alejandra ocurre con ella sobre unas rocas con el colosal mar de fondo, lo cual da a entender el como se siente el personaje: sola ante el feroz mundo. No por nada el clímax de la película y el desenlace de la misma tienen que ver con el mar. Y es que el mar toma un significado de redención en la historia, de justicia y de pureza, de salvación ante lo malo que ocurre en el mundo de ambos personajes, padre e hija. Y es que en realidad, más que una familia parecen dos desconocidos compartiendo una casa, una vida, una rutina. Ambos están solos.

El tema del Bully, tan cotidiano en estos días, esta dando mucho de que hablar con respecto a la película misma y el tratamiento que Franco le da, para muchos trasciende los límites de lo humanamente soportable y creíble, para otros es simplemente normal y realista. Creo que Franco juega cartas muy peligrosas y arriesgadas al mostrar cosas sumamente perturbadoras, más aún teniendo en cuenta que no las muestra de lleno, sino que las deja a la imaginación, esto mediante largos plano-secuencias en donde simplemente deja que las acciones fluyan y toman lugar. La secuencia del pastel de cumpleaños o el viaje a Veracruz bien podrían ser horripilantes, pero se mantienen en tono y forma creíble a la historia que estamos viendo. He de reconocerlo, por momentos me resultaba imposible de asimilar que un ser humano pudiese resistir tanta humillación, pero luego me di cuenta que la deshumanización en la que vivimos actualmente se presta para esta cosas y otras mucho peores.

Su éxito en festivales tan prestigiosos como Cannes, San Sebastián y Chicago son solo una muestra del poderoso ejercicio fílmico al que nos enfrentamos. Un retrato crudo y actual del mundo, principalmente el juvenil. No creo que sea una película ni pretenciosa ni mucho menos moralista, creo que va mucho más allá. El final es tan abierto que nos da lugar a plantear nuestras propias conclusiones y dar un juicio objetivo y bien argumentado de lo que acabamos de ver. Considero que Después de Lucía es un notable y portentoso trabajo que debe ser visto por todas aquellas personas que disfruten y aprecien el cine como catarsis emocional. Una bofetada en la cara, un balde de agua fría a nuestra realidad destructiva y cruel. Un reclamo disfrazado de un filme de una calidad técnica y narrativa asombrosa.

 ★★★★½