MARIADELA LINARES.
En tres lustros no ha habido manera de que la derecha entienda y acepte con gallardía las decisiones que soberanamente toma el pueblo. En 2006, cuando Chávez ganó con 26 puntos de diferencia sobre Rosales, hubo mucha gente que le reclamó al candidato opositor que hubiese aceptado los resultados. Un año después, cuando el chavismo perdió el intento de hacer un referendo para reformar la Constitución por un margen de 1,7%, no habían pasado cinco minutos desde el anuncio cuando Chávez se dirigió al país y lo asumió. También en esa oportunidad, pero del lado de acá, muchos aseguraron que en realidad el chavismo había ganado, pero que el Presidente no quiso dudar al respecto. Ahora volvemos con el mismo cuento de siempre. Cuando los resultados la favorecen, la derecha elogia al CNE. Cuando no, se habla de fraude y de resultados “amañados”. No entendemos que si el máximo organismo electoral tiene esos “desvíos”, no hubo nadie que protestara porque Capriles ganó la Gobernación de Miranda por solo 30 mil votos de diferencia. Luego del chantaje, el intento de golpe, los muertos que siempre pone el “oficialismo”, los desmanes y los cacerolazos, volvemos a torcer el brazo en aras de la paz del país, y ahora a contar voto a voto. Estaría bien si eso le transmite calma a la gente, legitimidad al proceso, confianza en las instituciones. Cuando el mismo día de las elecciones el presidente Maduro dijo que no tenía problemas con el conteo total, estuvimos de acuerdo y eso nos dio tranquilidad. Pero vistas las actuaciones fascistas de esta semana, por alguna razón escondida en el inconsciente, nos acordamos del cristo de Chávez al amanecer del 14 de abril de 2002 y lo que vino después. En esta agria diatriba, la suscrita y varios de sus allegados, han sufrido sensibles bajas en sus afectos, rupturas entre padres e hijos, entre parejas, entre amigos, porque lo que no había podido hacer la vida, las separaciones, lo ha logrado la política. Algún día volveremos sobre ese tema y el daño inconmensurable que la locura mediática y cibernética han provocado en el espíritu del venezolano. Seguirá siendo una cuenta pendiente que no se salda con votos. Comunicadora social