Lo mismo sucede en otras regiones, en las que cada día que pasa la identidad española se vuelve más testimonial. Los organismos oficiales, administraciones e instituciones son estrictamente locales, sin rastro alguno de su vinculación con el Estado español. El discurso en numerosas universidades y otros estamentos culturales es de naturaleza claramente regionalista cuando no nacionalista. Se va relegando el castellano como idioma oficial y surge, instigado por las castas locales, un sentimiento de rechazo hacía la idea de España.Para deshacer lo andado, una reforma territorial de corte federalista no sirve. Ésta sólo significaría un afloramiento del statu quo alcanzado por las castas locales y, muy posiblemente, no sólo no frenaría el proceso de disgregación sino que actuaría como incentivo. El mal va más allá del modelo territorial consagrado en la Constitución: está en la raíz misma de un modelo político, donde el control del Poder se limita a la celebración elecciones cada cuatro años, donde los partidos son estructuras cerradas que sirven a sus propios intereses, donde la ley electoral impide a los ciudadanos elegir de forma directa a sus representantes, donde la separación de poderes no existe, donde la Ley es papel mojado y la jurisdicción territorial mera entelequia.Se hace necesario un proceso de refundación, una catarsis, que arranque desde la misma base constitucional y defina un nuevo sistema institucional neutral.
Esperpento, puro esperpento. Doblez y falta de honradez y de vergüenza de unos y otros. Así, desde luego, ni se sustenta Cataluña, ni puede continuar esta España nuestra, tan atractiva y pero tan poco cuidada.
Y además no hay tufos del hedor de la corrupción...“Gobernar es pactar; pactar no es ceder” Gustave Le Bon (1841-1931) Psicólogo francés. SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA