Destino celestino

Por Mimaki

Fuese o no casualidad, el día en que Celestino Corbacho dejó su
casa de Hospitalet con destino a Madrid para tomar posesión de
la Cartera de Trabajo, era un 13 y martes en el que se había
levantado con el pie izquierdo. Al no ser supersticioso, eligió su
mejor corbata amarilla y no vio mal presagio en que, al tropezar
con el acuario del salón, se rompiera el espejo de encima.
Tampoco consideró señal de mala suerte la sal derramada durante
el desayuno, por lo que no tuvo inconveniente en abrir el paraguas
antes de salir de casa, sin advertir que había perdido un guante.
Una vez en la calle, camino del aeropuerto, pateó alegremente una
lata que golpeó a un gato negro, antes de pasar por debajo de la
escalera de unos operarios municipales que, al reconocerlo, le
desearon mucha suerte en Madrid.
Ciudad a la que llegó el flamante Ministro de Trabajo pisando un
grillo al descender de la escalerilla del avión, desde donde lo
miraba el subsecretario tuerto que habría de conducirlo a la
a la sede del Ministerio.
Camino del coche oficial, le sobrevoló una mariposa negra
coincidiendo con el tercer canto de la lechuza.
En ese instante, fue cuando a Celestino Corbacho le cagó el palomo.