Da igual lo que hagas o por donde te muevas una y otra vez serás redirigido hacia tu destino. No luches, no te quejes, lo que tenga que pasar pasará. Hace ahora mismo 10 años un desafortunado hecho cambió el rumbo normal de mis acontecimientos. Entonces no pude entender que sentido tenía, por qué había ocurrido. Pero unos meses más tarde descubrí que si eso no hubiera pasado, no hubiera vuelto a casa, y si no lo hubiera hecho no me habría enamorado de la persona a la que le deje en mi casa durante lo que se suponía iba a ser una larga ausencia y por supuesto no existiría mi hija Adriana.
Todos los acontecimientos se unieron de forma perversa para que pasase lo que paso. Hoy 10 años después más o menos por las mismas fechas me acuerdo de esto, porque hay otra serie de acontecimientos que no se han desencadenado como yo hubiera querido y hasta ahora no he podido entender por qué: El hecho es que estoy tratando de ampliar mi círculo laboral y abrirme a otras empresas, no para trabajar más, sino para hacerlo mejor y un poco más distribuido a lo largo del año. Y no ha sido difícil pues he recibido varias ofertas interesantes, pero que al final por una u otra cosa no han salido.
Y no me puedo creer como pequeñas decisiones han podido alterar la resolución de las mismas, hasta el punto que, al final me encuentro casi como al principio. Ya no sé sí soy yo o hay algún tipo de impedimento que me imposibilita zanjar la amplia gana de oportunidades a las que he tenido acceso. Hasta ahora sólo me ha servido para apenarme por lo que pudo haber sido y no fue, revisar cada una de mis decisiones pero especialmente me ha provocado un bajón de autoestima.
Sé que en realidad no tengo la culpa, pero es como si me sintiera gafada, como si nada me saliese bien, como si el destino no estuviera de mi lado y quizás me quisiera llevar a algún otro sitio. Pero ya llegados a este punto, cuando ya la temporada de viajes acaba de empezar, me falta paciencia.
Sé que lo mejor es no esperar nada y dejar que los acontecimientos lleguen. Es exactamente igual al amor, que cuando más te pones a buscarlo más se evade, así que he decido dejar de buscar más y relajarme y disfrutar con lo que tengo. Y justo cuando lo he hecho todo a empezado lentamente a funcionar.
Tampoco puedo entender como irme a miles de kilómetros al otro lado del mundo y vivir aventuras me produce mucho menos temor y desasosiego que la vida normal. Es este ritmo frenético y consumista en el que vivimos el que más miedo me produce: no tener suficiente trabajo o dinero para pagar las decenas de facturas me produce mucho mayor nerviosismo que viajar a un lugar donde no conozco a nadie, donde hay otra cultura, otra religión, otras enfermedades y lejos de mi zona de confort.
A veces pienso que realmente mi esencia no pertenece a este ritmo de vida, que lo único que me provoca es inseguridad y estrés y pienso en aquellos que tienen el privilegio de vagar y salirse del sistema, de los que saben vivir y disfrutar con muy poco. Aunque esto es algo que cada vez más en el mundo occidental y las grandes ciudades es más difícil encontrar.
Por todo esto creo que al final no hay mayor felicidad que la producida cuando el destino y la esencia se juntan. Ojalá me vaya acercando a ello cada vez más