Ziegler presenta en este libro un alegato a favor de aquellos que pasan hambre. No es un alegato furibundo, sino reflexionado, sosegado e impertérrito frente a los enemigos del Derecho a la Alimentación. Escrito desde una concepción socialdemócrata de la globalización, que el autor no tiene miedo de esconder, Destrucción masiva sitúa las diferentes realidades del hambre en el mundo y conecta con las diferentes prácticas, locales y globales, que hacen de éste un problema permanente.
La primera idea de Ziegler es sencilla, pero de su sencillez se levanta con fuerza y arrastra cualquier argumentación en contra: el hambre es un problema humano, y por tanto el hambre tiene solución. A partir de este argumento sólo nos queda entender cómo y quiénes impiden que la alimentación global de la humanidad sea posible.
Existe durante todo el discurrir del libro una defensa de las instituciones de las Naciones Unidas como herramientas absolutamente válidas para la consecución de la alimentación global y, sobre todo, como garantes del trabajo humanitario y de emergencia. En especial de la FAO y el PMA salen extremadamente reforzadas en sus páginas, frente al ataque que ambas instituciones sufren en el mainstream internacional.
Se combaten otras ideas hegemónicas, popularizadas por la caridad mal entendida y los medios de comunicación globales –vinculados éstos a fondos de inversión responsables en gran parte del estado del hambre a nivel global. Por ejemplo la idea malthusiana de que el problema del hambre es un problema de superpoblación, idea que se muestra impotente ante el análisis de la realidad que realiza Ziegler.
No se evitan temas actuales y polémicos como la promoción de los biocombustibles o la venta de tierras a gran escala en los países del Sur. De hecho, no salen bien parados algunos ídolos de la contrahegemonía global como el expresidente brasileño Lula da Silva quien por una parte ponía en marcha programas muy ambiciosos para doblegar el hambre nacional y global –en este caso apoyado por la presidencia de Rodríguez Zapatero- y por el otro fomentaba la dedicación de tierras de cultivo a la fabricación de biocombustibles.
El libro es principalmente un texto de divulgación política, y no un estudio especializado. Fruto de ello durante todos los capítulos se salpican anécdotas y experiencias vividas por el autor, que si bien aligeran la lectura, rompen un poco la marcha del argumentario y, en ocasiones, pierden al lector en tanto en cuanto no aportan nada o casi nada. Especialmente exasperante es, en este sentido, la descripción física de cada mujer que se encuentra en sus páginas. Por el contrario, la mayoría de las descripciones de los hombres terminan siendo puramente administrativas, elogiando a los personajes según sus encuentros y contradiciéndose en ocasiones, como en la figura de Abdoulaye Wade –expresidente de Senegal- quien recibe elogios genéricos –e inmerecidos- en unas páginas para ser masacrado unos cuantos capítulos más allá.
No aporta mucho al debate global el libro de Ziegler aunque sí constituye un estupendo esfuerzo por difundir al público mayoritario la problemática del hambre. Es un libro de poca profundidad que otorga pistas al público no especializado para continuar rascando en el tema, identifica a los enemigos del Derecho a la Alimentación y, sobre todo, desmitifica el problema del hambre a nivel global, desculpabilizando a los hambrientos del mundo. Y deja claro que aún en el mundo actual de las tecnologías de la comunicación, a nivel global pero también a nivel local, la revolución continúa siendo una revolución por la tierra y los bienes de producción agrícola. Preciosa lección en estos tiempos postmodernos que nos recorren el cuerpo.
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Jean Ziegler, profesor de sociología en la Universidad de Ginebra y en la Sorbona de París, fue durante ocho años (2000-2008) Relator Especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación.