la calle empinada y abrupta
le está jugando malas pasadas
pero no es solo eso
se tambalea y sus manos
buscan la ayuda muda
de los coches aparcados
como yo cuando regreso
de la última de la madrugada
pero hoy hace un sol espléndido
y esa mujer es mayor
corro, la cojo del brazo, le pregunto
agradece, se sujeta
dice que no hay jóvenes ya
que sean tan buenas personas
pienso que no soy para nada
ni tan joven ni tan bueno
pero me callo
no es necesaria ahora la sinceridad
no hace falta llamar al médico
ya estamos en su casa
le tienen prohibido salir sola
Parkinson y un marido con demencia
sus ojos ruegan que la entienda
que entienda su horror cotidiano
y que la disculpe por algo incierto
gracias de nuevo, adiós
subo la calle mientras pienso
en hijos ocupados y cartas
impecablemente sombrías
denegando ayudas
en lo sola que es la soledad
de la edad
en las 6,7.8 personas
que pasaron por su lado
sin verla pese al sol espléndido
no, no soy mejor que ellas
ni lo pretendo
pienso en como me jodió
el mendigo que dormía en el cajero
el viernes por la noche
antes de la última de la madrugada
algo más tarde bajo la calle
empinada y abrupta
y veo al hombre y a la chica
hermosa y con gafas de sol
debe de ser su hija
el hombre empuja un carrito
en el que han habilitado una cama
pequeña con dibujitos rojos
dentro un perro enorme
mira el mundo con orgullo herido
no puede andar, se cae, me confirman
regreso a casa y cierro con llave
busco refugio ante este mundo desvalido