En Londres puedes extasiarte contemplando prodigios como el Big Ben, el Parlamento, la abadía de Westminster, la Catedral de Southwark, la Torre del Londres… y cuando ya no puedes asimilar más grandiosidad, ir a Notting Hill y sentir la coqueta y relajante belleza de sus calles llenas de flores, de sus tiendas y cafeterías, de sus casitas de colores y su ambiente chic y sencillo a un tiempo.
En cambio, hay lugares y elementos londinenses que, me parece, suelen pasar desapercibidos, tal vez por su modestia, aunque no carecen en absoluto de finura y significado.Me refiero a detalles como ciertas placas conmemorativas, humildes y casi escondidas, como esta, que evoca la historia de Helene Hanff y la librería Marks and Co.
A mí me fascina esta especialmente:
Yo creo que la contemplación y el disfrute de la belleza nos hace mejores personas. Porque nos hace más sensibles y nos capacita para descubrir y apreciar matices y aspectos de la vida, del mundo y del ser humano, que normalmente quedan ocultos bajo capas de prisas, impaciencia y pragmatismo. E igualmente, nos hace respetuosos con los bienes comunes.Pero a veces, también la propia belleza, la más evidente, la más deslumbrante, nos impide ver que alrededor hay otras bellezas, más pequeñitas, menos llamativas, pero igualmente emocionantes.