He aquí otra prudentísima regla de observación para precavernos contra las falsas apariencias del bien.
El Maestresala aconsejaba a Sancho gobernador que no comiese de todo lo de la mesa, porque lo habían presentado unas monjas, y como suele decirse, detrás de la cruz está el diablo.
En el famoso escrutinio de los libros, abrióse uno, y vieron que tenia por título El Caballero de la cruz: "Por nombre tan santo como ese libro tiene, exclamó uno de los escrutadores, se podia perdonar su ignorancia; mas también se suele decir: tras la cruz está el diablo, vaya al fuego."
Véase además el pasaje del mismo Quijote inserto en el número 86.
Dice la Academia que con este refrán se advierte "el peligro que hay de que las obras se vicien por la vanidad del que las hace", y que también se aplica "a los hipócritas que con la apariencia de virtud intentan encubrir sus vicios."
Contra los hipócritas se dice también:
-La cruz en los pechos y el diablo en los hechos.-El malo siempre piensa engaño. -El rosario al cuello, y el diablo en el pecho.
-Cuando el diablo reza, engañarte quiere.
-So mi manto al rey mato.
A veces, ofuscados por la pasión o vicio que nos domina, propendemos a sospechar de las intenciones de los demás, atribuyéndoles injustamente nuestros propios defectos. Por esto dice el adagio que:
Y a censurar dicha mala propensión se dirige aquel otro proverbio, que hallamos en la Gitanilla:
-Piensa el ladrón que todos son de su condición.