Revista Psicología

Detrás de la epidemia de Obesidad: lo que la medicina no puede ver (II)

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Detrás de la epidemia de Obesidad: lo que la medicina no puede ver (II)

En el número anterior de esta serie, hablamos de lo que significa la obesidad en nuestra sociedad y los aspectos antropológicos que la determinan. Hoy Hablaremos de los aspectos ecológicos y demográficos y los aspectos socioeconómicos

Aspectos ecológicos

La conducta alimentaria en la actualidad no incluye los mismos alimentos que se consumían hace 50, 100, ni 200 años.

Por un lado tenemos una homogeneización de los alimentos que todos comen debido a la industrialización. Todos comen harinas, todos comen quesos, todos comen ciertas verduras o frutas y otras no. ¿Por qué? Actualmente el 80% de la población mundial reside en ciudades, rompiendo el paradigma existente hasta el siglo XIX de poblaciones rurales dependientes de la agricultura. El hecho de vivir en la ciudad, implica que no sabemos quién ni cómo produce lo que comemos. Y quienes producen quieren asegurarse que el producto sea rentable.

El Bestseller de la periodista argentina Soledad Berrutti titulado "Malcomidos: cómo la industria alimentaria argentina nos está matando", detalla de manera cruda cuánto de lo que llega a nuestra mesa proviene de animales torturados y llenos de antibióticos, verduras que han sido modificadas genéticamente y fumigadas de manera tóxica y muchos otros desmanes que nuestros alimentos sufren antes de llegar a nuestra mesa. El precio de todo esto: la pérdida del sabor. Se ha comprobado científicamente que cuando no se le siente sabor a la comida el cerebro le dice a la persona que debe comer más, ya que no está saciada (Freud diría que lo que importa es el placer ligado al deseo, no la mera satisfacción de la necesidad), por lo tanto además de comer alimentos con mucha menor carga de vitaminas y minerales, comemos alimentos sin sabor que nos obligan a comer más.

Otro aspecto digno de destacar del libro, anteriormente mencionado, es la investigación en cuanto a los alimentos elaborados, industriales y su gran surtido de químicos destinados, no a la saciedad sino, a que se necesite comer cada vez más. Un ejemplo es el aceite de girasol alto oleico, que se ha comprobado que es sumamente nocivo para los niveles de glucosa, y además actúa de manera negativa en el sistema de saciedad: siempre nos deja con hambre. Como éste existen muchos químicos con mecanismos paradojales similares que parecen diseñados por el mismo infierno para enfermar a la población.

Por último, el hecho de vivir en ciudades, nos quita a menudo espacio de recreación para los niños (patios, parques) y limita el movimiento. Esto hace que el niño esté aburrido, encerrado y tienda a comer más y moverse menos. Al mismo tiempo, la queja de los padres "los chicos ya no juegan afuera", es un reflejo de la supuesta "inseguridad" y el incentivo a la vida privada en detrimento de la comunitaria. Si el otro ya no es mi amigo, entonces es un peligro, debo encerrarme con mis hijos. A los chicos les sigue gustando jugar afuera, sólo que los adultos no los dejan.

Detrás de la epidemia de Obesidad: lo que la medicina no puede ver (II)
Aspectos Socioeconómicos

En su libro "Flacos Ricos, Gordos Pobres", la antropóloga Patricia Aguirre desarrolla con mucha exactitud algunos de los aspectos de los que venimos hablando. La principal tesis de la autora es que la epidemia de obesidad está estrechamente ligada a la pobreza. Los alimentos de más difícil acceso son las frutas y verduras (en los últimos años también podríamos mencionar aquellos productos orgánicos que cuestan hasta cinco veces más que los producidos a gran escala) y los de más fácil acceso las harinas blancas y las grasas. Resulta muy obvio que en nuestra sociedad no es flaco quien quiere sino quien puede. Quien puede pagar un gimnasio una pileta o un club y pagar por comida sana todos los días seguramente, tendrá más probabilidad de ser y permanecer delgado.

Últimamente se vienen haciendo muchas investigaciones en cuanto a la obesidad y hoy en día se calcula que los adolescentes pobres, tienen un 30% de posibilidades más que los de clase media y alta de padecer obesidad. Esto no se debe sola, exclusiva ni preponderantemente a "falta de información", se debe a falta de acceso.

Ahora bien ¿qué hacer ante tanta confusión? ¿Cómo salir de todos estos dilemas que nos plantean estas realidades tan duras? Bueno, una respuesta acabada y cerrada sería imposible. Sin embargo, en el próximo número, algunas ideas tanto para profesionales como para la población en general. Los espero.

Detrás de la epidemia de Obesidad: lo que la medicina no puede ver (I)

* La imagen que acompaña el artículo se titula: La Siesta (1982) del pintor colombiano Fernando Botero


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