Una foto publicada en Instagram, que a primera vista parece agradable, serena y sin mayor trascendencia, ha sido capaz de generar un pequeño terremoto diplomático y convulsión social en los países de Oriente Medio.
Foto publicada en Instagram por Miss Israel
El autorretrato de cuatro aspirantes a miss universo ha dado la vuelta al mundo envuelta en una polémica lectura política.
Israel y Líbano. Dos países que comparten frontera y que han vivido históricamente de espaldas uno a otro. Dos chicas jóvenes representan a estas naciones en el certamen de Miss Universo 2015 y se retratan junto a otras compañeras con las que comparten esta experiencia. Esta imagen recorre el mundo en minutos, pero, en vez de ser utilizadas como símbolo de tolerancia y esperanza para la reconciliación, alimenta el odio y el rencor en el entorno de un conflicto latente que ha tenido su último reflejo mediático en un banal concurso de belleza internacional.
Amenazas y presiones de todo tipo han caído sobre la candidata libanesa por este retrato junto a miss Israel. Puede parecer increíble, pero no lo es. Y si analizamos el contexto internacional, presente e histórico, probablemente hubiera sido hasta previsible la reacción en cadena que se ha trasladado a las redes sociales y ha merecido espacios en los medios de comunicación de todo el mundo.
Lo sucedido no es más que el fiel reflejo de la irascibilidad en la que estamos viviendo el siglo XXI. Un síntoma más de la tensión general que casi todo lo invade.
Desde hace años, tengo la sensación de que vivimos en un planeta que está a punto de reventar. Pero, para este fenómeno, carecemos de sismógrafos capaces de predecir su cercanía e intensidad, porque, no responde a teoremas y leyes de la física o la geología, sino a movimientos políticos made in la humanidad y un largo devenir histórico de odios y amores en liza por el territorio, el poder y la riqueza.
Y mientras tanto, las personas corrientes como tú y yo, de aquí y de allí, intentamos vivir, día a día, nuestra pequeña aventura, lo más ajenos posibles a la realidad global de la que formamos parte aunque no queramos darnos por enterados.
Vivimos al margen, como si no fuera con nosotros, hasta que lo sucedido con una sencilla y en apariencia inocente fotografía de Instagram nos recuerda la verdad. La realidad que siempre se empeña en que sólo por no pensarla, no deja de existir, aunque alguno piense lo contrario.