Títulos que me venían a la cabeza cuando pensaba en escribir este post: los relacionados con su aspecto algo mesiánico (1), los que apelan a su condición de escritor de absoluta primera fila (2), o, lamentablemente, los que lo hacen a la condición de suicida (3). Al final, he optado por esas tres iniciales, las que deberían ser de identificación inmediata para cualquiera ni tan siquiera algo lejanamente interesado en la literatura, que a la vez tienen cierto gusto a inscripción de lápida, a epitafio escueto y sugerente.También he dudado sobre cual era el mejor significado para este post, si constituirse en el último de un año 2012 que sería irrespetuoso cerrar sin mencionar a Hernán Casciari, o al revés, pero no tanto, guardarlo para abrir ese 2013 amenazador e ilusionante a partes iguales, lo cual no se contradice con lo anterior, pero reviste cierto simbolismo que no merece la pena que me empeñe en desentrañar. Menos aquí, donde se esperan otras cosas. Curioso: diría escuetamente que David Foster Wallace tomaba cualquier tema y lo exprimía como un limón. Pero me quedaría corto: no lo exprimiría, usaría la corteza para un ambientador doméstico, la pulpa sobrante con cualquier finalidad relacionada con su alto contenido en fibra, las semillas para plantarlas en cualquier parterre y darle tiempo al tiempo, y el zumo, descartado su uso con fines medicinales si en ese momento no tuviese tos que calmar o estómago que purgar, lo reservaría para mezclarlo en la dosis adecuada con agua fría y algo de azúcar, de manera que durara su presencia todo lo materialmente posible.(4)Pero la palabra escueto es particularmente desacertada para aplicarla aquí: de hecho este será el único lugar del mundo en que se mencione a Monterroso como un particular antagonista de DFW, lo más alejado posible de la fiebre algo absurda de los microrelatos.Selene, fan declarada, dice de DFW que ha cambiado su vida. Dice:
Es cierto, David nos escandaliza. A mí me cambió para siempre. Ahora, luego de haber leído casi toda su bibliografía de golpe, libro tras libro de modo febril, cada vez que escribo algo, cualquier cosa, se me aparece la voz de Wallace que opina en mi cabeza. Escribo para él, me cuestiona, me critica y se ríe mucho y me manda a la mierda. He adoptado un fantasma!