Dfw

Por Francescbon @francescbon

Títulos que me venían a la cabeza cuando pensaba en escribir este post: los relacionados con su aspecto algo mesiánico (1), los que apelan a su condición de escritor de absoluta primera fila (2), o, lamentablemente, los que lo hacen a la condición de suicida (3). Al final, he optado por esas tres iniciales, las que deberían ser de identificación inmediata para cualquiera  ni tan siquiera algo lejanamente interesado en la literatura, que a la vez tienen cierto gusto a inscripción de lápida, a epitafio escueto y sugerente.También he dudado sobre cual era el mejor significado para este post, si constituirse en el último de un año 2012 que sería irrespetuoso cerrar sin mencionar a Hernán Casciari, o al revés, pero no tanto, guardarlo para abrir ese 2013 amenazador e ilusionante a partes iguales, lo cual no se contradice con lo anterior, pero reviste cierto simbolismo que no merece la pena que me empeñe en desentrañar. Menos aquí, donde se esperan otras cosas. Curioso: diría escuetamente que David Foster Wallace tomaba cualquier tema y lo exprimía como un limón. Pero me quedaría corto: no lo exprimiría, usaría la corteza para un ambientador doméstico, la pulpa sobrante con cualquier finalidad relacionada con su alto contenido en fibra, las semillas para plantarlas en cualquier parterre y darle tiempo al tiempo, y el zumo, descartado su uso con fines medicinales si en ese momento no tuviese tos que calmar o estómago que purgar, lo reservaría para mezclarlo en la dosis adecuada con agua fría y algo de azúcar, de manera que durara su presencia todo lo materialmente posible.(4)Pero la palabra escueto es particularmente desacertada para aplicarla aquí: de hecho este será el único lugar del mundo en que se mencione a Monterroso como un particular antagonista de DFW, lo más alejado posible de la fiebre algo absurda de los microrelatos.Selene, fan declarada, dice de DFW que ha cambiado su vida. Dice: 
Es cierto, David nos escandaliza. A mí me cambió para siempre. Ahora, luego de haber leído casi toda su bibliografía de golpe, libro tras libro de modo febril, cada vez que escribo algo, cualquier cosa, se me aparece la voz de Wallace que opina en mi cabeza. Escribo para él, me cuestiona, me critica y se ríe mucho y me manda a la mierda. He adoptado un fantasma!

Qué razón tiene, verdad?. Pues esa sensación es muy parecida a la mía después de haber acabado este libro, de haberlo hecho con el máximo respeto, es decir, sin prisas, con algunas lecturas más ligeras intercaladas, con consideración absoluta hacia los temas aunque esos no me interesaran en un principio (5), resumiendo (6), con el respeto debido no solo al autor desaparecido sino al ingente trabajo contenido en cada uno de los escritos.Para no alargarme, pues debo entregarme a la deliberación del momento idóneo para la publicación de esta reseña, que es entusiasta, positiva, sin el menor atisbo de duda, en el sentido de que no os limitéis a leer este libro, sino que lo conservéis, lo disfrutéis y lo consultéis como si fuera una enciclopedia sobre determinados temas aparentemente inconexos (7), os diré que, con la excepción de una corta disgresión de 10 páginas sobre algo que creo recordar (8) es el post estructuralismo o algo así, todos los ensayos justifican con creces su duración (9).Y sí: las notas a pie de página. En el escrito dedicado al tenista Michael Joyce, el juego narrativo entre el texto central y el enorme cúmulo de notas a pie de página desplaza la acción, el centro, de tal manera que a veces ésta sucede más en las notas a pie de página (10) que en el texto superior, desplazándose sucesivamente otra vez hacia el texto, cuestión que da la sensación al lector (11) de que se ha establecido una especie de peloteo.(1) David Superstar, Yo soy la resurrección, Cristo volvió y se fue otra vez.(2) Dame un tema, te doy un mundo, El hombre 10, Mejor imposible.(3) ¿Por qué, David?, La efectividad es una porquería empresarial, etc, etc.(4) Cuestión que me ha hecho pensar si jugar con la palabra limón para el título hubiese sido adecuado, pero resulta que se asocia su acidez a una cierta predisposición a caracteres agrios o poco sociables y, de lo que deduzco en sus escritos, DFW era un tipo de una sencillez y simpatía encantadores, nulo divismo y total entrega a los lectores de sus escritos.(5) Pero el muy cabronazo hacía que me interesaran, de suerte que tras leer este libro tengo otra vez cierta punzada por intentarlo de nuevo con Ruido de fondo de Don DeLillo, sé que hay bastantes razas de ovejas y sé que Jimmy Connors usaba un tipo de raqueta de tenis que la gran mayoría de los tenistas profesionales consideraba una auténtica porquería. También sé cuantas cubiertas puede llegar a tener un crucero de gran lujo.(6) No recuerdo haber leído esta palabra en ninguna de las 407 páginas del libro.(7) Pero no: el hilo argumental, la corriente de fondo que actúa de elemento de cohesión es un fuerte estudio crítico sobre la sociedad americana, desde el adocenamiento adolescente encaminado al éxito a cualquier precio hasta el embobamiento jubilado entregado a las mayores estupideces con tal de desviar la mente del terror hacia la muerte.(8) A veces escribo con el portátil en el sofá o en la cama y no me apetece levantarme a hojear el libro en busca del término concreto, salvo que sea con la intención de copiar un párrafo en su integridad, lo cual en este libro no tiene sentido alguno: cualquier párrafo es ejemplar en eficacia narrativa, en riqueza verbal, en uso de un sarcasmo que más que situar al escritor por encima de las temáticas, lo convierte en una especie de amigo locuaz y simpático que no puedes cansarte de escuchar.(9) Cierto: a veces soy incapaz de llegar a las 600 palabras si un disco no ha llegado a ocasionarme un impacto persistente, pero DFW emplea más de 70 páginas en tipo de letra 11 o menos para hablar de una sola película de David Lynch, y no recuerdo que repita demasiados conceptos y, cuando lo hace, lo hace con toda justificación.(10) Que en muchos casos son de una extensión y meticulosidad alucinante. La broma infinita, obra representativa, dispone, al menos en la edición de bolsillo que yo poseo, de más de 100 páginas de notas a pie de página al final de las cerca de 1100 que constituyen el cuerpo de la novela. En varios relatos del libro aquí reseñado me atrevería a decir que la extensión de las notas a pie de página es casi equivalente al texto del propio escrito.(11) Por lo menos a mí, pero no puede descartarse que haya enfermado.