Dicen que hace un día feo, gris, a mitad entre tormenta de verano y tormenta de invierno y con el cielo pringoso y pesado sobre la tierra, pero a mí me gusta. Muchos días tengo la sensación de que hay fuerzas que se están creando, uniendo sinergias, latiendo, como a punto de explotar, aunque no haya ocurrido aún. Esa fuerza está ahora ocurriendo y se condensan las energías hasta casi reventar. Las noto. El ánimo general decae y yo en cambio me mantengo a la expectativa. Va a ocurrir algo, puedo notarlo en la piel que se me eriza. ¿Qué es?
Vuelvo, vuelvo. ¿Quién he sido estos días atrás? ¿Quién hablaba en mi boca? Siempre creí que en mi cuerpo había contenidas miles de personitas diferentes a las que a veces no sé reconocer como parte de mí, pero nunca escribía sobre ello y en el proceso de autorreflexión se me perdían las texturas. Me parece que todo esto pertenece a un proceso de evolución muy intenso: a veces me paro a pensar y me doy cuenta de los que estoy llevando a cabo pequeños cambios que obedecen a algo mucho más enorme, aunque lo haga de manera casi inconsciente. Hoy necesito escapar de la ciudad, irme a la montaña y estar en silencio un día completo, solo escuchando los latidos que me llenan. Está ocurriendo algo, va a ocurrir. ¿Qué es?
Hoy no soporto la música. Me parece ruido y me desconcentra. Hay una voz dentro que me habla de lo que necesita y no le estoy dando, y la música solo sirve para hacerla callar. Maga habla de su pánico y estos días a mí ese fluido negro también me inunda por dentro, y da mucho miedo, porque me parece estar a punto de cruzar líneas que nunca me había atrevido. Me parece ir en paralelo siempre. Este desafío había comenzado mucho antes: el mismo día que empecé a escribir cada mañana, porque tuve el valor de darme una voz y ahora no puedo callarla. Es independiente, es dura e intransigente: no deja que me dé excusas a mí misma, y requiere de constante atención. Es una voz recién nacida que crece rápido y está en la edad del capricho y de decir lo que quiere, lo que piensa de verdad, sin ponerse límites porque aún no ha aprendido que hay veces que es mejor callar.
Una voz que necesita de silencio, unos ojos que necesitan mirar lejos, unos oídos que necesitan de brisa fresca, unas manos que necesitan de la tosca madera sin tallar, unas piernas que necesitan de guijarros y barro, un pecho que necesita de las plumas, un cuello que necesita horizontales, unos dedos que necesitan del vacío. Mis rodillas junto al pecho, distendiéndose los músculos de la espalda, el pelo suelto y la lengua húmeda de sal.
Vuelvo a no leer mientras escribo, a solo dejarlo ir. Por eso he vuelto: porque estos días atrás no estaba interesada en mí misma, solo estaba por estar y me protestaban las caderas en la silla. Ahora otra vez lo necesito, es la fuerza de la tormenta cogiendo fuerza ahí arriba y yo siento la energía en mi piel. La electricidad. Va a pasar algo. ¿Qué es? Lo siento. ¿No lo sientes tú también?
Un mundo bipolar: eso es lo que contengo con mi cuerpo. El trazado entre risa e inercia y entre hueco y lleno, la línea recta que equilibra ambas cosas, el balancín. Eso es lo que llevo dentro, ese equilibrio que lucha por mantenerse pero la lluvia lo moja, lo llena, lo infla, me infla. Está viniendo.
Hoy: los latidos retumban más que ayer, ya no hay futuro, sólo mañana, me sobran las cosas, me vibran las manos, me gusta el calor. Hoy las flores me pueblan pero no siento sus raíces clavándoseme en la piel. Están desplazadas, no me pertenecen. Hoy no son mías. Hoy nada es mío. Y eso me hace aligerarme: nada es mío y no lo quiero. Esto tóxico: no es mío. Esa yo que me reduce: no soy yo. Y si soy yo, respiro, y me suelto, sigo aligerando y se hunde la tierra bajo el cielo enorme.
Solo voy a hacer esto: dejarlo salir. ¿Estoy destapando la cortina, Cin? Tú ya sabes lo que es esto, ¿es lo mismo? O es algo más clarividente aún: soy consciente del desapego y quiero renovar los votos. Desde allí no lo veía, pero estaba lejos. ¿No lo notábais? Y ahora dónde y cómo y por qué. No tengo puntos cardinales. Por eso me aligero, me aligero y vuelo.
Me toco la lengua y me sobran los adverbios. Me molestan. Voy a sacarlos de aquí. Solamente, cómodamente, inertemente se van marchando. Fugazmente se me entrometen y me río porque me apetece volver a jugar: eso es bueno. Es que se fue esta cosa adulta que me llenaba y volvió la niña. Frecuentemente diariamente maravillosamente. ¡No dicen nada! Nadamente.
El silencio hace burbujas en la superficie del agua. Quiero nadar: una purificación extrema donde el significante sea el significado. La fobia convertida en filia.
Ayer leí un poema y amé la poesía. Me dieron ganas de recitarlo en alto, vestida con una toga blanca y dorada frente a las ruinas del coloso. Esas palabritas. Todas las palabritas, ¿qué poder tienen? Jugando un juego me piden que esté una semana entera sin leer y al pensarlo me siento de repente ya nostálgica, aunque no haya empezado todavía. ¿Voy a hacerlo? Voy a intentarlo. No sirve de nada ponerse exigencias malas. ¿Quién se inventó que el sufrimiento era necesario? ¿Quién quiso conquistarlos a todos con una idea tan hosca, tan fuera de lo natural? Lo natural: despertar sin despertador, para que los sueños (esa otra parte que nosotros somos también) se completen. Son también un círculo. Y los últimos son siempre los mejores. Esta noche sueño que pierdo un tren y no me importa, sueño con las niñas y con ideas alucinógenas, sueño con cuando éramos mucho más pequeñas pero a la vez éramos hoy. Ha sido una noche larga y al despertar, el viento en la habitación. Entonces lo supe. Algo está a punto de ocurrir. ¿Qué es?
¿Y cómo saberlo, hasta que ocurra?
La maquinaria en movimiento. Toda la fuerza de lo natural en armonía. New slang.
PD1.Tenemos un nuevo desafío en el aire. ¡Bienvenida Maricel! Y buena suerte
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