Día 29 de #30diasenbici: The Arnhem and Nijmegen Experience

Por Carlosr

Menudo día el de ayer. El Apagón. Para ser el penúltimo día, no lo he pasado bien. Mis pocas pedaladas de hoy, me han mantenido al margen de lo que pasaba. Unos minutos hasta que me he bajado de la bici y me he encontrado con el minicolapso de bares abiertos y «mientras haya cerveza fría» que vivimos ayer en Gijón. Todo un ejemplo de ciudadanía.

Pues para celebrar el colapso de abril que no fue, en el quinto aniversario de La Pandemia de abril que sí fue, os dejo la reseña tempranera y luego ya cumpliré con las pedaladas. Hoy os voy a hablar de un librito muy chulo que me traje de la conferencia VeloCity en 2017. Se trata de Cycling Cities: The Arnhem and Nijmegen Experience (Erik Berkers y Ruth Oldenziel, 2017).

De forma única en los Países Bajos, en Arnhem y Nijmegen se combina cada aspecto del ciclismo: la movilidad, el ocio y el deporte. Las conocí con motivo de mi asistencia a esa cita de VeloCity que las dos ciudades organizaron conjuntamente (tan impecablemente que ganaron ese año un premio como «Best cooperating cities»). No era mi primera visita a Países Bajos pero sí mi primer «viaje ciclista». Propiciado por haber ganado aquel concurso de la European Cyclist Federation con el Gijón Bus & Ride.

Arnhem, en la orilla norte del Rin, una ciudad que se dice «liberal» (traducción al castellano, de derechas) es la capital de la región. Es una ciudad moderna, con grandes parques y museos al aire libre, que tras la destrucción sufrida por los bombardeos aéreos de la Guerra Mundial se lanzó hacia una reconstrucción cochecéntrica… que han ido corrigiendo posteriormente con una política ciclista decidida.

En la orilla sur del río Waal está Nijmegen, una ciudad de raíces romanas con un casco antiguo único en el país y una pujante universidad. En los años 70 la ciudad se radicalizó rápidamente y en los ochenta se convirtió en un terreno fértil para las políticas de izquierda así como para los movimientos sociales y medioambientales. Nijmegen tiene la reputación de ser la «capital caminable del mundo». La ciudad está orgullosa de haber ganado la Capital Verde Europea del 2018 por sus políticas urbanas en las que el ciclismo es una parte clave.

Las dos ciudades tienen muchas cosas en común: ambas están localizadas cercanas a ríos (en una zona verde y «montañosa» para lo que es el paisaje típico de los Países Bajos), son ciudades modestamente industrializadas y de tamaño medio y han ido «desparrámandose» tras la Segunda Guerra Mundial, Arhem hacia el sur y Nijmegen hacia el norte, con lo cual, en los últimos años, sus zonas suburbanas solo distan siete kilómetros.

Esta cercanía espacial, física, ha hecho que hayan ido desarrollando un planeamiento común en temas de movilidad, desarrollo económico, turismo y desarrollo urbano. Y fruto de esto han creado una conexión ciclista interurbana única: la RijnWaalpad, una superciclovía1 que, en línea recta y saltando las barreras naturales de ríos, vías férreas, carreteras, etc., se ha convertido en la mejor conexión entre las dos ciudades. Yo tuve la suerte de cruzar, cada mañana, el impresionante puente ciclista sobre el Waal, hecho ad-hoc para las bicicletas, rodeado de una marea de neerlandeses y neerlandesas que entraban en Nijmegen a trabajar o estudiar.

La RijnWaalpad se abrió al público en 2015 y desde entonces 20 kilómetros en bici, nada más, separan ambas ciudades con una vía de con los más altísimos estándares en ingeniería en puentes y cruces con total prioridad ciclista sobre el resto de tráfico: de largo, la mejor alternativa de movilidad interurbana, sobre todo ahora que se está incrementando el uso de bicicletas eléctricas. Y un motivo de orgullo para la región.

El libro repasa la historia de estas dos ciudades y aporta cientos de datos sobre la transformación histórica de su movilidad ciclista. Muestra la transformación que han vivido desde los años cincuenta hasta hoy y nos encontramos con un proceso similar al que se produjo en España (o en Gijón): en los años 50 la ciudad fue la bicicleta la reina de las ciudades (increíbles fotografías de ciclistas yendo y volviendo al trabajo) y en las décadas posteriores las ciudades se han rendido al cochecentrismo. Y tenemos que volver a recordar cómo, en Países Bajos, el gobierno y la ciudadanía, frente al caos del tráfico, la crisis energética y la carnicería de muertos en incidentes de tráfico, reaccionaron e impulsaron las políticas serias para la movilidad activa que condujeron a ese «paraíso ciclista» que hoy nos admira.

Las similitudes entre estás dos ciudades y Gijón y Oviedo (y/o Avilés) son pasmosas. No cabe duda de que otro desarrollo urbano y territorial, económico y social, hubiera sido posible. Que vengan los antropólogos y examinen estos procesos tan dispares.

Mirad, esta es la dedicatoria que me escribió Ruth Oldenziel. No sospechaba yo que fuéramos a ir en una dirección tan opuesta en este cuatrienio. Ahí vamos, a todo motor, alejándonos de ser una «cycling city».

  1. Debemos desterrar el término «autopista ciclista» porque es un oxímoron, fruto del lenguaje motonormativo que tenemos que evitar en nuestra labor opositiva y de resistencia a la hegemonía del modelo cochecéntrico. Yo propongo este término que supone una jerarquía superior al «carril-bici» convencional y que incorpora el término «ciclovia», de uso común en Latinoamérica ↩︎