Los 428 kilómetros de distancia que separan ambas ciudades los recorrimos en algo más de 4 horas, las que fueron amenizadas por la última novela de Javier Moro y por Manolo, un abuelo Madrileño en su ruta a Málaga, quien me contaba de sus hijos y su nieta que vivía en Suiza y añoraba el Chorizo y el Jamón Español.
Nada más llegué a la estación de trenes , tomé un taxi que después de 7 minutos y cinco euros me dejó en el hotel que había reservado previo en www.booking.com
El Hotel Dauro II,(http://www.bestwesterndauro2.com/) pertenece a la cadena Best Western, está muy bien situado en el Centro Histórico sobre la calle Navas, a 100 metros de la catedral, el comercio y las paradas de buses (46 euros, sin desayuno) y rodeado de bares y cafés.
Descansé unos segundos y lavé algo de ropa, antes de salir a caminar por los alrededores, donde se fundían armónicas las grandes tiendas, los locales de artesanía y los pequeños zocos, recordándome en cada esquina que esta fue una zona Mora, por lo tanto erigida en recovecos y adornada al más puro estilo Arabesco.
Caminé por la Gran Vía hacia el área de la Catedral o más bien la Santa Iglesia de la Anunciación, cuya primera piedra fue puesta en 1523, y que tiene la gracia de ser una construcción mixta entre Gótica y Renacentista, consecuencia de la evolución del diseño original a través de los años que tardó en ser terminada. (Entrada: 4 euros).
La verdad es difícil de dimensionarla a simple vista, porque su emplazamiento no es regular, me refiero a que no es un rectángulo simple, sino tiene apéndices y agregados, que dificultan hacerse una idea desde fuera.
La importancia de esta Catdral, es que dentro de ella se encuentra la Tumba de los Reyes Católicos , Felipe el Hermoso y Juana, la Loca y algo de su tesoro, descansando los demás integrantes en el Escorial. Hay que pagar un ticket aparte de 4 euros, e ingresar por la entrada independiente situada por un costado de la Iglesia.
Saliendo de ahí no se por qué caí en la mala tentación de comprar un ticket en esos buses rojos Hop Off Hop On, si nunca me han gustado, y las veces que lo he tomado ha sido un fiasco, quizás fue por la amenaza de lluvia, pero nuevamente fallé.
Luego de pagar los 18 euros por 48 horas, partí el sightseeing que duró una hora, hacia las afueras de la Alhambra (no se veía nada), pasando por la orilla del río Darro, el Palacio del Congreso, la ciudad Universitaria, el Parque de las Ciencias (donde estaban las hormigas gigantes) y por el Parque García Lorca, ciudadano Ilustre de esta ciudad.
Me bajé en el mismo punto de partida, y rodeando la Catedral reparé en las varias Teterías apostadas en la zona, que tenían miles de variedades de te y tisanas, que emanaban sus aromas hasta la acera.
Reparé también en la frase más célebre de la ciudad (impresa en todo tipo de souvenir) "Dale limosna mujer, que en no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada", y no podía yo estar más de acuerdo.
Y caminando distraída me pilló una gitana... La historia era conocida para mi, y sabía que me iban a abordar, pero me pillaron desprevenida porque no vestían como las Gitanas de acá, sino con pantalón y parka.
La mujer que me abordó me miró la mano y empezó con la letanía eterna del amó y la salú (todo muy bien aspectado), diciéndome ella que no era de buen augurio darle monedas, así que le entregué el billetito más chico que tenía ... en un acto de generosidad sin precedentes y me entregó un ramito de romero atado con una cinta que guardé en mi cartera, para sacarlo y mostrarlo a las decenas de gitanas que vería en la ciudad ese día y los posteriores.... olía a fraude, pero yo me sentía ya tan feliz y afortunada que perdí mis euros con gusto, pensando en que quizás ella los necesitaba más que yo ... y no era ciega ...
Pasee entre medio de los mercados de artesanías dispuestos como zocos Marroquíes, de hecho podía encontrar la misma artesanía que allá, y más tarde para mi ventura, la misma pastelería tradicional que incluía Gateaux y Corns de Gazelle.
Desde la misma catedral crucé la calle y empecé el ascenso hacia el Barrio del Albayzin, que es realmente como retroceder en el tiempo, a una época detenida y claramente no en España, sino el cualquier ciudad del norte de África, en Marruecos o Túnez.
Me fascinó caminar por los callejones adoquinados en subida, lleno de tiendas de artesanía, teterías, donde además se podía fumar Narguile ... el aroma y la atmósfera eran increíbles.
Seguí subiendo por la cuesta San Gregorio, donde ya empezaban a aparecer las casas, todas blancas, con techos de tejas de greda y balcones de fierro forjado, todas preciosas, adornadas por maceteros de cerámica pintados de colores, con flores rojas y rosadas y además teñidas por los colores del otoño, todo un cliché Andaluz.
Llegué al mirador San Nicolás (correctamente señalizado en cada esquina) y me senté a disfrutar la vista hermosa a la Alhambra, al Generalife y a la Sierra Nevada, que se dejaba ver tenue entre las nubes.
Fue un momento precioso, porque resonaban las guitarras en el aire, y empezó a caer una lluvia gracil que pronto hizo aparecer un arco iris detrás del Generalife, regalándonos a las decenas de asistentes una postal de ensueño.
Y un atardecer de película...
Me senté a tomar un café en el restaurante contiguo "El Huerto de Juan Ranas" donde pude seguir observando el cielo. Me quedé largo rato viendo como las montañas se iban tiñendo de colores rosas y anaranjados, y como la Alhambra quedaba ahí impasible y eterna, manteniéndose majestuosa, cada momento más...
Por la vista que obtuve fueron verdaderamente los tres euros mejor invertidos !
Decidí bajar porque ya hacía frío por otro de los callejones que conducían al corazón del barrio, encontrándome con la célebre y venerada Nuestra Señora de las Angustias.
Y entré curiosa a una tetería linda por fuera y por dentro, donde ordené un blend llamado las "Mil y una noches", que incluía pétalos de Jazmín, Girasol, Rosas, te verde y te negro, muy aromático, recomendándome el encargado para la próxima visita el "Albayzin", preparado con pétalos de flores múltiples, canela y menta.
Cada mesa lucía coqueta su pipa de agua, velas a la verdadera usanza y el te era servido con la gracia y el ritual que vi también en Marruecos, con tetera plateada y vasito de cristal pintado con dorado y verde.
Me quedé degustando mi te y viendo al mundo pasar, en un ambiente de Moros y Cristianos post modernos, que conviviendo en total armonía, se mezclan y potencian lo mejor de cada cual.
Bajé caminando hacia la Plaza Nueva, conforme las indicaciones que me habían dado, para hallar los Baños Árabes, encontrándolos fácilmente, pero había que esperar una hora y media para el siguiente turno (cada dos horas desde las 10:00 AM hasta la medianoche. 21 euros), así que pasé por esta vez y me devolví caminando al hotel.
Una vez allí fui al restaurante contiguo a probar la delicia local, Pio Nono, dulce típico de la cercana Santa Fe, que consiste en una especie de bizcocho relleno remojado en almíbar, cubierto con crema, muy dulce, pero preciso para endulzar mis sueños... después de eso, subí lista y expectante para la maravilla que me esperaría mañana.