Bloguito me despertó por la mañana, dándome codazos.
—¡Marina, Marina, me salieron pelos! Marina, ¿y aquí? ¿Qué es esto? Parece un grano. Marina, Marina, no me entiendo ni yo, quiero llorar.
Le hice una infusión al blog y le expliqué que se estaba haciendo mayor y que era algo que tenía que pasar, que las plantas crecen y los nenes también y que su vida de bloguito bebé estaba terminando.
El nene blog me miró asustado. “¿Qué más va a pasarme?”
A eso no le pude responder, pero me pasé el día pensando en su pregunta.
Bloguito bebé ya tiene más de un año y medio y se hace mayor. Coge forma y fuerza, se pone guapo y se plantea cosas que nunca se había planteado seriamente antes, como por ejemplo qué va a ser de él cuando ya nadie quiera cuidarlo o cuando se le acabe el alimento o cuando haya tantos como él que ya nadie quiera mirarle, ni siquiera un ratito. Yo intento tranquilizarle: “estaré contigo siempre, bloguito, no llores. Juntos podemos vadear el río, yo te cubro.”
Estos últimos días, lo habrás notado ya, bloguito no es el que solía ser: de los viajes y de las ciudades, bloguito ha adoptado un tono más íntimo en el que poder expresar cosas que le son cotidianas. Era un paso lógico en su crecimiento: a bloguito no siempre le van a interesar las mismas cosas, y es por eso que ha decidido soltarse del paracaídas y dejarse llevar por las corrientes de aire, a ver qué pasa. Día tras día bloguito piensa: “¿y yo quién soy?”, y se atraganta al darse cuenta: “ya no soy un blog de viajes, ¿qué me pasó?”.
Era necesario ampliar las fronteras de este espacio: ni yo viajo como lo había hecho antes, ni mis ganas de contar el mundo se reducen a los viajes propiamente dichos, sino que mis brazos se van extendiendo hasta abrazar multitud de perspectivas. Me había atado ciegamente a una idea, sin darme cuenta de que, al final, en el trasfondo de todo esto está solo la escritura, en todas sus formas. Ahora, que me paso el día haciendo esto precisamente, es cuando más ganas tengo de seguir haciéndolo. ¿Será una señal? Yo por si acaso, continúo.
Se me murió la cámara estos días y me pasé al dibujo. Ayer vi un perro con una flor en el morro correteando por delante de mí y pensé que era una imagen extraña y linda a la vez, y se me quedó grabada. Cuando viajábamos por Laos, hará un par de años, bajábamos de la reserva natural del Bokeo en una carretilla y a lo lejos, detrás de nosotras, vi la fotografía perfecta, solo que no la hice. Bajo un árbol achaparrado, de copa baja, una mujer en sari de colores permanecía erguida observando el horizonte. Alrededor solo las nubes mojadas por la tormenta. Ella es de color morado en mi memoria, y el cielo es naranja y el árbol de un verde fulgurante. Estos días estoy aprendiendo que los colores están vivos y que dicen mucho más de lo que acostumbramos a pensar. Veo en mi armario estados de ánimo en vez de camisas y vestidos y en el balcón veo vida y no mis girasoles.
Miri decidió unirse al desafío a su manera: se ha prometido ir a nadar cada día a la mañana, antes de comenzar su día. Hoy es uno de junio y es un buen momento para apostarse algo ante la vida y da igual lo que sea. Al final lo que cuenta es sernos leales a nosotros mismos: con lo que creemos, con lo que deseamos y también con lo que nos prometemos. Qué más da el futuro, ¿no importa más hoy?
Por eso hoy te regalo una canción. Ah, y el verano llegó.
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