Una 'reflexión' de El Roto, ayer en El País
Fue el de ayer un día de buzones vacíos, de banderas multicolores ya arriadas, de limpieza general, afuera y también por dentro, de desprenderse de aditivos, toxinas, de las grasas saturadas de las últimas semanas, de excesos, de ordenar la casa y el espíritu y de tirar al contenedor de papel los trípticos de los partidos esparcidos aquí y allá para que, una vez hechos añicos, al menos tengan una segunda vida más útil que la primera. Eché de menos el papel reciclado en la propaganda electoral y había decidido que daría mi voto al primero que me enviara sus promesas de una segunda vida escrita papel resucitado. Pero nadie acudió. Hoy, a las ocho de la mañana, estaré en el colegio electoral dispuesta a pasar el domingo como quien va al colegio el primer día, espectante y despierta, bien desayunada. Allí, si no queda más remedio, estaré todo el tiempo que sea necesario hasta que, a partir de las nueve de la noche, se liberen del metacrilato todas y cada una de las esperanzas, ilusiones, decepciones y castigos depositados dentro. Dejaré que cada cual introduzca su voto y no cogeré sus sobres para introducirlos yo en la ranura como suelen hacer los responsables de las mesas: que cada cual asuma su responsabilidad. Sueño en alto y avanzo el futuro mientras tecleo. Con suerte, y con todo lo que he rezado por la salud del presidente (de mi mesa electoral), a las 8,15 estaré de nuevo en casa y volveré a media mañana de nuevo al colegio ya como usuaria. Tenemos todavía tanto que aprender y tanto trabajo por delante…