Hoy celebramos algo que escasea en España, algo que la mayoría de la población consigue en precario. Hoy celebramos un derecho en regresión, al que se despoja de las condiciones que lo humanizan para que proteja sólo lo material. Hoy celebramos un instrumento que en vez de emancipar, nos somete; en vez de liberarnos, nos esclaviza, y en vez de permitirnos una vida digna, nos rebaja a recursos, gastos, excedentes, máquinas. Hoy celebramos el Día Internacional del Trabajo, esa entelequia cuya reivindicación es cada día más necesaria porque se la niegan al hombre y la mujer, impidiéndoles el único medio de desarrollo, progreso y bienestar. Hoy celebramos prácticamente una utopía que nos exige volver a luchar, volver a manifestarnos, volver a enfrentarnos, volver a morir para que se reconozca que el trabajo no es simplemente una concesión de los poderosos, sino una conquista de los humildes, de los que nacen sin fortuna y sólo disponen de sus manos y su inteligencia. Hoy es el Día de la Vergüenzaporque en España se destruye trabajo, se destruye empleo, se destruyen vidas y familias por obtener unas décimas más de rentabilidad empresarial, un margen más amplio de beneficios, por ensanchar la brecha entre ricos y pobres. Hoy hay que gritar de rabia.