El hombre es el único ser que no pide nacer, no aprende a vivir y no quiere morir…
Una de las mayores herencias que la conquista española dejó en el territorio de América latina fue la de la imposición del catolicismo como culto oficial. Hasta entonces, los pueblos indígenas (aztecas, mayas, incas y hasta incluso algunos de nuestro país) adoraban a sus propios dioses y con la llegada de los hombres barbados debieron abrirse a una nueva forma de pensamiento, la cual la adaptaron de un modo sincrético y la hicieron inefablemente suya a lo largo de los años.
Si bien ese sincretismo se dio en casi todas las civilizaciones aborígenes, fue en México donde se asentó con mayor fuerza. Así los aztecas olvidaron por un momento sus dioses paganos y olvidando las pirámides colosales y las cámaras mortuorias, crearon iglesias de arquitectura europea, en apariencia católicas (como es el caso de la Iglesia de San Juan Chamula) y adaptaron el culto a los muertos según las enseñanzas que les dieron los sacerdotes franciscanos cuando llegaron a la zona en épocas de la conquista.
De ese modo, tomando como base el culto de alabanza a los muertos - creado por el mismo San Francisco de Asís y que llevaba el nombre de “Alabanza al hermano” - años más tarde, los aztecas comenzaron a celebrar cada 2 de Noviembre el día de los muertos, fecha en la que creen que las ánimas piden permiso para bajar a la tierra y reencontrarse así con sus seres queridos y los objetos que más apreciaron en su paso terrenal.
SOBRE CÓMO ARMAR UN SANTUARIO Y EL SIGNIFICADO DE LAS OFRENDAS
El primero que realizó una ceremonia para el culto del día de los muertos fue San Francisco de Asís, cuando intentó representar un jardín como metáfora del espacio celestial donde moraban la almas de los muertos. En esos primeros altares, el santo utilizaba el agua como símbolo de la vida eterna (para el catolicismo el agua limpia, purifica y bendice), la sal como elemento purificador del alma, un copal (incienso) que funcionaba como catalizador de las almas de los muertos, flores a modo de representación de lo efímera que es la vida terrenal y frutas, como la forma más perfecta de lo que le brinda la naturaleza al hombre.
Pero lo cierto es que con los años el ritual evolucionó hasta llegar a la forma en que se lo hace en la actualidad. Hoy en cada altar dedicado a las almitas se pueden ver objetos que representan los cuatro elementos de la naturaleza y todos son de vital importancia a la hora de invitar a las almas a que desciendan a la tierra en su día.
Las frutas y el agua son dos elementos fundamentales, ya que representan la tierra y la vida (dos cosas que los muertos ya no tienen), luego el viento (elemento fundamental en el viaje al más allá) se ve presente en la figura del papel picado, las velas indican la persistencia del alma como llama eterna (se ponen tantas velas como muertos se quiera recordar) y luego se colocan bebidas típicas como el mezcal, rompope o tequila y se representa a la muerte con unas calaveras de azúcar, mazapán o bien de chocolate.Luego cocinan el pan de los muertos, el cual suele ser dulce y tiene una forma redondeada, como de calavera y muchas veces se los sirve en una bandeja de tal manera que suelen formar la figura de un esqueleto.
En algunos casos también colocan pequeños esqueletos o muñecos de papel maché (que sólo los mexicanos fabrican de ese modo tan particular que los hacen) y en otros se coloca una imagen de la famosa Calaca o Catrina (la más famosa es la que emula a la Catrina de Guadalupe Posada) que representa de un modo distinguido y preciosista la figura de la muerte.
De ese modo y por un día, el pueblo tiene la creencia de que las ánimas de sus seres queridos bajan por un rato a la tierra y comparten con ellos ese “beneficio” que se les otorga desde el más allá. Como se sabe, la fe no es cuestión de ciencia por lo cual jamás se podrá probar si la ceremonia surte efectos o no, aunque queda claro que, si al pueblo le sirve para recordar a sus afectos perdidos y sentirlos un poco más cerca, bien justificado está el ritual.