La racionalidad, y no los instintos o las creencias, es lo que nos induce a cuestionarnos nuestra existencia y la posibilidad de que la vida tenga alguna finalidad que se escapa a nuestras entendederas. Pero es en la madurez, período en el que somos testigos de la ausencia de nuestros seres queridos, cuando comenzamos a rememorar el trozo de vida que compartimos con ellos o que ellos compartieron con nosotros. Aunque no hay necesidad de que el calendario dicte nuestros hábitos, porque cualquier día del año sería oportuno para rendir memoria a los fallecidos, no está de más aprovechar, al menos, la festividad religiosa para volver a la vida, gracias al recuerdo, a los que ya están ausentes de ella y dedicarles el reconocimiento por lo que representaron para los que continuamos vivos, temporalmente. No es la muerte, pues, lo que celebramos este día, sino la memoria de los ausentes y el vacío que dejan en nuestras vidas. Y esa es la diferencia entre el Halloween importado y el Día de los difuntos: uno festeja la banalidad de la muerte; otro, el dolor que nos produce la ausencia de los seres queridos. No es cuestión de truco o trato, sino de emoción y memoria.
La racionalidad, y no los instintos o las creencias, es lo que nos induce a cuestionarnos nuestra existencia y la posibilidad de que la vida tenga alguna finalidad que se escapa a nuestras entendederas. Pero es en la madurez, período en el que somos testigos de la ausencia de nuestros seres queridos, cuando comenzamos a rememorar el trozo de vida que compartimos con ellos o que ellos compartieron con nosotros. Aunque no hay necesidad de que el calendario dicte nuestros hábitos, porque cualquier día del año sería oportuno para rendir memoria a los fallecidos, no está de más aprovechar, al menos, la festividad religiosa para volver a la vida, gracias al recuerdo, a los que ya están ausentes de ella y dedicarles el reconocimiento por lo que representaron para los que continuamos vivos, temporalmente. No es la muerte, pues, lo que celebramos este día, sino la memoria de los ausentes y el vacío que dejan en nuestras vidas. Y esa es la diferencia entre el Halloween importado y el Día de los difuntos: uno festeja la banalidad de la muerte; otro, el dolor que nos produce la ausencia de los seres queridos. No es cuestión de truco o trato, sino de emoción y memoria.