Es triste que se conmemore este día porque es la anécdota de una lucha inacabada que la mujer ha emprendido por conseguir su equiparación con los hombres, partiendo de unas reivindicaciones laborales (igual sueldo) y unos derechos políticos (el sufragio femenino), hasta protagonizar un movimiento a favor del reconocimiento del conjunto de derechos humanos que la incluyen como parte integrante de la Humanidad. Más que homenajear su lucha, hay que materializarla en cualquier esfera de nuestras interrelaciones individuales y colectivas.
El día 8 de marzo ha de tomarse como la fecha de una afrenta que se comete contra las mujeres al considerarlas distintas y pendientes del reconocimiento sin discusión de sus derechos y de su igualdad. Una afrenta que provocan quienes cometen y toleran los asesinatos machistas, pagan los salarios inferiores y practican todo tipo de discriminaciones a las mujeres por el mero hecho de ser mujer. Una afrenta que hasta la ONUcomete al dedicar un Día a la Mujer como si fuera una especie en peligro de extinción o una enfermedad aún por erradicar. Hoy no hay que ponerse ningún lazo en la solapa, sino cambiar nuestra mirada y consideración de la mujer y tratarlas como lo que son: seres humanos como usted y yo. El Día de la Mujer es cada uno de los 365 del año que compartimos con ellas.