Hoy, en nuestro país, como en otros muchos de nuestro entorno, más que el Día del Trabajo lo que se conmemora es la ausencia de oportunidades para trabajar, el continuo deterioro de las condiciones laborales, la supresión progresiva de las garantías que protegían al trabajador y sus intereses frente a la voracidad de empresarios y mercados, y la inestabilidad o precariedad laboral y salarial que continuamente se imponen. El Día del Trabajo festeja, hoy, la desnaturalización de un derecho constitucional que se pisotea y se viola cada día: el derecho a trabajar. Por eso, el Día oficial del Trabajo se antoja un día inútil, por muchas manifestaciones y discursos que se organicen para la ocasión y los telediarios.
En definitiva, que en este Día del Trabajo se puede festejar también, entre otros, el rescate a los bancos, la amnistía fiscal a los que se burlan de pagar impuestos, la bondad con los corruptos y el empobrecimiento, en contrapartida, de la población y los trabajadores, a los que se les exigen constantes y permanentes sacrificios. Si esto es algo que merezca la pena celebrar, que vengan Rajoy y Fátima Báñez a encabezar la manifestación. Ellos son, como presidente del Gobierno y ministra de Trabajo, los que han posibilitado, con sus reformas y recortes, este día tan maravilloso aunque completamente inútil… para el trabajador y el trabajo. Todo un triunfo que merece celebrarse.