Día Mundial de la Poesía

Publicado el 21 marzo 2017 por María Pilar @pilarmore

Al hablar de libros especiales me viene a la memoria aquel que me llevó a mi primer gran encuentro con la Poesía. Entonces era joven y hoy al hojearlo he notado que las edades se han invertido, yo ya peino canas y él permanece. Hasta ese momento había leído poesía como el que contempla una fotografía de un lugar maravilloso, pero desconocido y de pronto la vi de verdad. Mi mente se abría por primera vez a la Poesía, la que se escribe con mayúsculas: Esa belleza misteriosa que te muestra la realidad del mundo donde lo de menos es la métrica, la rima o la estrofa. Fue tan sorprendente que me quedé callada.
Era una tarde gris y lluviosa de domingo. La tarde ideal para coger un libro, sentarme tranquila en un rincón y entregarme a ese momento íntimo que es la lectura. Me apetecía leer poesía y elegí las Rimas de Bécquer.
En el primer verso que me fijé creí escuchar la voz del poeta y me fascinaba pensar que era a mí a la que hablaba:
—/Si pudiera al oído contártelo a solas/
Sentía cómo la poesía fluía. Me emocionaba.
De repente, como esas joyas que encontramos casi por casualidad, la rima XXX lo absorbió todo:
/Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón. Habló el orgullo y se enjugó el llanto y la frase en mis labios expiró…/
Me quedé colgada de esos versos que se abrían como un murmullo y que iban creciendo como un volcán.
Los repetía en silencio.
Los interiorizaba.
Cada vez era mayor la satisfacción que me producía el ver con tanta claridad la realidad que me mostraban. Una realidad de vida que nunca antes habría sabido definir desde el punto de vista que lo hacía el poeta. Era todo tan bello, acertado y sincero, que me deslumbró.
Quedé embelesada.
—/¿Cuánto duró? Ni aún entonces pude saberlo/
Recuerdo que levanté la vista y había oscurecido. El día se había acabado. Todo se acaba, me dije con una voz interior que sonaba a susurro. Todo menos este tipo de experiencias que permanecen.
©María Pilar​