(Chema García)
Te escribo el primer verso...
la tinta caerá sobre la piedra como el rocío zalamero desliza su frescor por la mañana. Te escribo el primer verso… da igual que duermas, que leas o que trabajes, o simplemente, te despidas o empañes con tu vaho, el cristal de las ventanas. Te escribo el primer verso… para que la sonrisa arribe a la barca de tu calma. Te escribo el primer verso… para que navegues el resto del día, con el timón firme, por las aguas claras. Te escribo el primer verso… como un remanso de alegría, como crecen las flores de papel en los botes de los lápices, como el eco de mis besos cómplices, acercándose lentamente a la faz de tu cara. Te escribo el primer verso… mi pluma se mueve con caricias, dedos con sensibilidad de mujer la seducen y atrapan; la sensualidad de tu morder consigue lentamente en mi piel el fuego de tus candorosas sábanas. Te escribo el primer verso… y aunque la tarde y la noche se fundan en un sol-campana. ¡No te asustes compañera! Su tañido me relaja, y esos rayos calientan como el orujo mi garganta. Te escribo el primer verso… para que inaugures tu agenda, preveas y marques con palabras un futuro lejos de las almendras y más cerca de las crujientes patatas.
Te escribo el primer verso… por que las primeras son de “ricos”, muy aparentes por fuera, pero por dentro amargan. Te escribo el primer verso… por que las segundas son de “pobres”, exteriormente feas y arrugadas, pero por dentro alimentan con solo mirarlas. Te escribo el primer verso… de una larga estela de poemas y estrofas… Te escribo el primer verso… por que el último lo cincelarán otros en el epitafio de mi tumba, para que quien lo lea pueda reconfortar su alma. Chema García