Yo siempre dormí acompañada: primero por mis padres, luego por mi gato, luego con mi marido (y mi gato también hasta que nos dejó) luego con mi marido y mi hijo y ahora con mi marido, mi hijo y mi hija….
¿Y sabéis qué?, no podía ser más feliz, no podía dormir mejor que cuando los tengo cerca, sentir la tranquilidad de tener a mis hijos a mi lado toda la noche, saber que se sienten seguros a nuestro lado, sin miedos, sin estado de alerta, sin ansiedad….solo sueño, sueño reparador que se complementa con la lactancia en nuestro caso…
No puedo sentirme más feliz que cuando despierto con mi hijo abrazado a mí por la espalda y mi pequeña enganchada a su tetita al otro lado, rodeada de mis hijos y con la protección de mi pareja al otro lado, haciendo estos momentos posibles…
Y todo porque nunca nos hemos dejado llevar por el “qué dirán” ni por lo que el supuesto “experto” sobre el sueño nos cuenta que debemos hacer…
Porque queremos criar a niños seguros de sí mismos y de su entorno, por ende, de sus padres, niños que se sientan protegidos en todo momento al lado de sus padres para que así puedan desarrollar su independencia sin miedo y con seguridad y consigan ser futuros adultos seguros, independientes y libres.
Por todo esto colechamos con nuestros hijos. Porque nos sentimos realmente felices al hacerlo y el día que decidan dormir solos (que será pronto por mucho que los demás se empeñen que no se irán de nuestra cama hasta que se casen) nos sentiremos orgullosos de haber hecho lo correcto, de ver cómo se sienten seguros al irse cada noche a la cama y cómo lo hemos logrado entre todos, nosotros y ellos, sin traumas, sin llantos, sin miedo y sin sufrimientos.
Basta de excusas, no nos escondamos más, no dormimos con ellos porque no haya otra habitación en la casa o porque “queremos poder dormir sin que nos molesten a media noche desde el otro lado de la casa” o por mil excusas más, lo hacemos porque lo disfrutamos, porque así es como la familia es realmente feliz.