" Rossie Dell había ido a ponerle punto final. Esta vez en serio. Entró por la puerta trasera, como lo hacía siempre. fue caminando desde Clifton Beach hasta el apartamento a nivel de calle, mientras el sol se hundía en el Atlántico como un cigarrillo en una cuneta. Vislumbró su reflejo- un borrón de piel morena y rizos enmarañados- al abrir y descorrer la verja plegable de acero que cubría las puertas de cristal del dormitorio. Así es como vivían en Ciudad del Cabo los blancuchos adinerados. Tras las rejas."
Se impone un cambio radical y tras la entrada de ayer hoy giro el tono, el tema y casi hasta las maneras para hablar de uno de esos libros que marcan las lecturas de un año. Lo descubrí el año pasado gracias a las lecturas que se hacen en el Café, un lugar en el que he descubierto grandes títulos y mejores compañías lectoras. Hoy traigo uno de esos títulos a mi estantería virtual. Hoy traigo, Diablos de polvo.
Dell tiene un matrimonio feliz y dos hijos. Claro que no sabe que su perfecta esposa lo engaña, pero se enterará. Asesinan al amante de la mujer y no la pueden dejar de testigo así que aparece Inja Mazibuko para sacar al coche de la carretera con toda la familia dentro. Delll sobrevive, mala suerte.
Así empieza el libro, pero no sólo así, sino que ya en las primeras páginas Inja, "delgado y negro como un bastón de regaliz" se nos clava en el subconsciente. Porque es el malo, pero no un malo cualquiera de la literatura, sino EL malo. Y empieza la caza y el juego feroz en el que se ven involucradas además las vidas del padre de Dell, de Sunday una joven prometida y encadenada a ritos propios de la zona. Porque estamos en Sudáfrica, el terrorífico telón de fondo de esta novela llena de acción y sangre. Nos enseña un escenario con asesinatos, tradiciones que preferiríamos no saber, SIDA, enfermedades, más muertes... y no lo convierte en un personaje más de la novela, no le da tanta fuerza, pero nos va desgastando. Asistimos a una suerte de terror cotidiano en la que se desenvuelve esta historia contada de una forma directa. Como si el autor hiciera una autopsia sobre la mesa libre del depósito tras el accidente. Sus personajes son tremendos, y sí, sobre todo Inja. Un nombre que hace que se pongan los pelos de punta del lector que espera lo peor... y acierta.
Posiblemente la única pega del libro es esa. Te sumerge en un terror cotidiano que deja de afectarte a medida que avanzas. Lo hace en conjunto, pero no a nivel individual. Y eso es también un horror; la costumbre ante determinadas situaciones. Un libro que me dejó huella y me enseñó una Sudáfrica que desconocía totalmente, y de la que lo único que podía pensar es; bueno, es ficción. Hoy me planteo cuánta parte del libro es ficción y qué partes son las que nos enseña de esta Sudáfrica moderna. No se vosotros que pensaréis, yo he optado por preguntarle al autor, así que mañana habrá una entrevista con Roger Smith.
Hoy traigo un libro magnífico que cuenta una historia tremenda. Si me preguntan a mí recomiendo su lectura sin duda alguna, porque hace pensar y sentir y odiar incluso un poco a quien sale en él. Y mi duda es, ¿cuánto nos perdemos de lo que sucede en los países de al lado?
Gracias
PD. Hoy sí, el booktrailer