Dialéctica Y Respeto: ¿sabemos Debatir Sin Agresión?

Publicado el 14 noviembre 2018 por Carlosgu82

Debemos partir de la premisa de que todo debate, diálogo o intercambio de opinión es un espacio de encuentro común y una posible fuente de enriquecimiento. Pero en una sociedad que tiende a involucionar hacia el extremismo, personal e ideológico, el afán narcisista de imponer el yo y la tiranía de la política correcta, ¿sabemos bien dónde están los límites, qué es lícito a la hora de confrontar nuestras opiniones y qué ha de primar a la hora de interactuar con el otro?

Tres claves para sostener un buen debate sin perder la razón ni el orgullo en el intento:

1.Aprender a escuchar:Si queremos que nos escuchen, el primer paso es aprender a escuchar al otro. Atender a sus opiniones y no invadir su tiempo de locución con faltas de respeto como interrumpir, gestualizar o desoír sus argumentos sólo porque no coinciden con los nuestros. Escuchar atentamente al prójimo no sólo facilita la fluidez en la comunicación y la comodidad mutua, sino que además nos retroalimenta con nuevas perspectivas sobre un tema de nuestro interés. Recuerda: no hay ninguna opinión incontrovertible ni es saludable practicar y pretender imponer el pensamiento único. Aprender a escuchar nos incita a aprender a pensar, aunque sólo sea para reafirmarnos en nuestras propias convicciones.

2.No desviar el debate al ámbito personal: Lo que también implica no llevar nuestras ideas o ideologías al extremo de personalizar, mostrarnos demasiado susceptibles, entender toda réplica como un ataque al ego y desechar sistemáticamente las opiniones ajenas. También conlleva no despreciar nunca la inteligencia de nuestro contertulio (que no oponente) únicamente por no comulgar con nuestro ideario, y no rebajar el nivel retórico y dialéctico aprovechando pequeños errores ajenos como una pobre oratoria o erratas textuales y verbales.

3.Tener presente los límites de lo correcto y éticas en temas sensibles: La ética debe estar presente en todo intercambio personal, tanto a la hora de interactuar con nuestro compañero/s como en la valoración que hacemos de cuestiones colectivas y sensibles. Lo que decimos o escribimos, y la manera en que lo hacemos, repercute y afecta positiva o negativamente en cómo lo reciben los demás. Tener presente además que la linde de la sensibilidad no significa la tiranía de la política correcta. En una atmósfera propicia podemos aventurar lo que pensamos, no es sano autocensurarse por el qué dirán, sino hacer gala de nuestra libertad de expresión siempre que sea dentro de los límites del respeto.

Otros puntos a destacar: el contacto visual, franco y directo, es importante para aproximarnos humananente, relajarnos y departir sin tensión. El lenguaje corporal alienta o interfiere en nuestros cauces de expresión y dificulta o acelera el debate. Si nos encontramos incómodos con nuestro acompañante, no somos capaces de hilar y mantener nuestra postura, una retirada a tiempo es siempre una victoria. Empatizar con el prójimo y analizar el por qué de sus razones aunque no las asumamos, en lugar de condenarlo de antemano, siempre es sano y positivo. Por otra parte, ceder terreno o alterar nuestra postura no nos hace perdedores ni rebaja nuestro orgullo. Cambiar la perspectiva gracias al diálogo y la tolerancia es siempre una forma de aprender y renovarse.