“SIEMPRE HE TENIDO UNA INCLINACIÓN CENTROEUROPEA”
Jordi Corominas i Julián7 julio 2014PortadaDos relatos se producen en un café. Uno es el Comercial de la glorieta de Bilbao, interesante por la puerta giratoria y los espejos. El otro es en Gijón, no me acuerdo cómo se llama, está al lado del teatro Jovellanos. En otros casos los relatos suceden en una calle, en un camino y un puente en una carretera.Espacios que logran sintetizar.Son espacios emblemáticos, por eso se repiten.El café sintetiza todo, sobre todo por la puerta giratoria, donde se reúnen todas las edades del hombre.En la puerta giratoria aparecen esos niños que juegan, es un poco el tiempo heraclitiano. Los niños juegan, no les importa nada. Luego aparece la pareja de otra edad, de este modo tenemos la infancia y otra edad, de ahí las distintas reacciones.Y luego otro personaje clave: el hombre anónimo que mira.Claro, y que mira por una parte la belleza, el anuncio del fin, la infancia y la concentración de varios mundos en un solo espacio.Por eso te hablaba de un tiempo más sosegado, y entramos en la contradicción de mirar en nuestro tiempo. Vivimos en una sociedad de imágenes donde cada vez la mirada está más denostada a partir de una aceleración impuesta, todo pasa demasiado deprisa.La capacidad de atención, la atención como calidad de presencia en la vida, estar atento es fundamental, percibir.En un café siempre pasan mil cosas, tienes infinitas posibilidades de captar la realidad.Vidas y conversaciones que puedes observar. La pérdida de los cafés antiguos es una de las grandes pérdidas de la civilización urbana.Por suerte aun se mantienen algunos que mantienen la tradición y enlazan con una literatura española y sobre todo europea.El libro es un poco centroeuropeo. En España Benet, García Calvo y Ferlosio también están en esa dinámica. Siempre he tenido una inclinación más centroeuropea, algo de Kafka, esa tensión que él tiene de la idea de lo trascendente.En tus relatos hay tensión, pero más bien hablaría de tensa calma.Tensión de conocimiento y tensión entre opuestos. Juego mucho con eso incluso en los títulos.Juntando todos los títulos parece que se cumpla la idea de un viaje por los cinco sentidos o por las cuatro estaciones.No lo había pensado, pero me gusta la observación. Al fin y al cabo los buenos lectores complementan el sentido de lo escrito. Los libros y sus títulos tienen que dar que pensar.Son títulos que juegan con el tiempo y lo corporal, donde se indica la observación y el avance de caminar.La idea del camino es muy importante, es un gran símbolo de muchas civilizaciones. En Ojos que no ven lo trabajé desde varios sustratos que iban desde la infancia hasta la experiencia, lo árido y otros esquemas. Por otra la idea machadiana de camino también ha sido muy importante en mi formación, así como otra idea de Heidegger sobre el camino de campo, hay muchos elementos de ese camino de campo que me interesan, como la propensión hacia una serenidad melancólica que tienen las personas que siempre hacen lo mismo. A partir de repetir lo mismo en distintas estaciones comprenden el ritmo. Tienen una propensión melancólica, pero savia.Esto me recuerda a la anécdota de Kant con la repetición de su paseo que le permitió asumir la fachada para poder penetrar sin dificultad en el interior.De Kant me gusta que a partir de las siete de la tarde podía dejar de pensar, de darle vueltas a la cabeza.A partir de eso de darle vueltas me viene lo que decíamos al inicio, la meditación de la unidad, la idea de relatos como un solo cuerpo.He pensado los relatos como piezas.¿Te lleva mucho tiempo el proceso de generar esta estructura, más que el proceso de escritura?Las cosas se te van ocurriendo. Pueden pasar diez años, o seis o siete, elaboro con tiempo largo. Parto de una idea inicial y luego poco a poco salen los textos.Pregunto a muchos autores sobre la estructura. Los jóvenes estructuran menos y los autores de tu generación la tienen más presente.Cada uno tiene su método. Marías habla de perderse con brújula. Necesito tener una estructura inicial fuerte que no es nunca la que queda al final, la cambio progresivamente pero al principio la establezco, me siento seguro. También termino por establecer una tensión entre la historia y una dimensión reflexiva.La trama es importante, pero tú metes mucho pensamiento en tus historias.Existe la idea de una literatura que se ha desembarazado de lo patético y lo sentimental del pensamiento. Creo en lo que decía Pío Baroja de la literatura como un saco roto donde cabe todo, y en este sentido la novela creo que debe verse desde este punto de vista. Hay que tejer bien el mimbre del pensamiento, no lo puedes introducir sin más.El relato de la mujer del escaparate cumple una función esencial en el conjunto precisamente por eso, porque ahí se articula una filosofía de la mirada.Y como la mente es lo que nos hace ver. Lo que le enamora al protagonista es una imagen, y no importa lo que sea esa imagen.Me acordé del final del Casanova de Fellini, con Donald Sutherland bailando con un maniquí.Si una belleza nos sugiere no importa que sea estática o móvil. En función de la persona las imágenes determinan uno u otro grado de interés o fascinación, como las personas o los objetos.Ya casi para terminar me gustaría preguntarse sobre Trieste, saber si influye en tu literatura.No lo sé. Probablemente el próximo libro sea un diario de mis años de Trieste. Si quieres saber la verdad te diré que no me gusta Joyce, creo que he vuelto a leer el Ulises para detestarlo con más fuerza. He releído a Svevo y tampoco me gusta, aunque dice cosas interesantes. En general no tengo ninguna predilección por autores de la ciudad, pese a que Stuparich es excelente y mucho menos conocido que los demás. Me parece que Trieste goza de una gran literatura, pero sus autores, ni siquiera Umberto Saba, no son de mi familia.¿Más Soria que Trieste?Pues mira, otra de las novelas que espero poder escribir va a ser en parte en Trieste, pero a lo mejor acaba en Soria, como siempre.