La Aldea / El Bosque (The Village, 2004)
Director: M. Night Shyamalan.
Guión: M. Night Shyamalan.
Elenco: Bryce Dallas Howard, William Hurt, Joaquin Phoenix, Adrien Brody, Sigourney Weaver, Brendan Gleeson, Cherry Jones, Judy Greer.
Premios Oscar: Nominación por Mejor Música Original (James Newton Howard).
Los miembros de una pequeña comunidad rural de Covington, Pennsylvania, del siglo XIX, viven atemorizados debido a unas desconocidas criaturas que habitan en los bosques de su alrededor, por lo que llevan años sin viajar a la ciudad, pues tienen en su aldea todo lo poco que pudiesen desear. Varias reglas que no deben ser quebrantadas hacen el asunto aún más tenebroso: “No dejes que vean el color rojo. Los atrae. Nunca entres en el bosque. Allí es donde ellos esperan. Y haz caso de la campana de alerta. Significa que vienen...” Pero cuando un grave accidente ocurre y uno de los habitantes es herido de muerte, será momento de que alguien se atreva a cruzar el bosque e ir a la maligna ciudad en busca de los medicamentos que le salvarán la vida.
La escena que hemos elegido de esta historia de amor, inquietante y poética, tiene lugar la noche en que se celebraba la boda de Kitty Walker (Judy Greer) y Christop Crane (Fran Kranz). El festejo se interrumpió porque extrañamente aparecieron varios animales muertos y desollados por toda la aldea, algunos incluso colgados frente las puertas de las casas de sus habitantes. Al parecer es la forma en la que los “que no deben nombrarse” les recuerdan que no deben salir de su pequeño territorio tratando de entrar al bosque que ellos dominan. El peligro asecha, por lo que más tarde esa noche, el reservado Lucius Hunt (Joaquin Phoenix) va a sentarse al pórtico de la hermana de la novia para estar alerta por si algo vuelve a suceder. Ivy Walker (Bryce Dallas Howard) despierta sobresaltada, es ciega pero totalmente independiente, y sabiendo que hay alguien sentado afuera de su casa, sale descalza para hacerle compañía a su protector. Sin que el muchacho hable o haga algún ruido, Ivy se sienta a su lado sabiendo de quien se trata, pues como ella le había advertido antes, algunas personas desprenden en su aura un color diferente que a pesar de su ceguera la ayuda a identificarlos. Entre ambos jóvenes existe una rara relación de amistad, pues él es un hombre de pocas palabras y casi nadie sabe lo que piensa, y por lo regular cuando llegan a encontrarse, ella siempre es la que inicia y lleva la conversación, rara vez Lucius responde, aunque siempre trata de protegerla. Ivy sabe el motivo del distanciamiento que él le demuestra, así que espera que algún día se atreva a confesarle sus verdaderos sentimientos… Los dos hablan casi susurrando.
Ivy: Los mayores tendrán que hacer una investigación mañana. Cada miembro de la aldea será interrogado en el salón de reuniones.
Lucius: ¿Para ver como los límites fueron violados?
Ivy: Sí.
Lucius: …Hace frío afuera. Tienes que entrar.
Ivy: …¿Por qué estás en este porche?
Lucius: No es seguro.
Ivy: Hay otros porches… ¿Me encuentras demasiado marimacha? Hago muchas cosas de muchachos… como ese juego que los muchachos juegan en el tronco. Se ponen de espaldas al bosque, para ver cuanto pueden aguantar antes de conseguir asustarse. Es tan emocionante. Tengo entendido que tú mantienes el récord. Que jamás será roto, eso dicen.
Lucius: Son solo juegos de niños.
Ivy: ¿Cómo es que eres tan valiente cuando el resto de nosotros temblamos en nuestras botas?
Lucius: Yo no me preocupo por lo que va a pasar, sino por lo que necesito hacer… ¿Cómo supiste que estaba aquí?
Ivy: Te vi desde la ventana…. (Lucius pretende decirle algo) No, no voy a decirte tu color. Basta de preguntas... Cuando nos casemos, ¿bailarás conmigo? (el muchacho se asombra ante la propuesta, pero se intimida) Encuentro al baile muy agradable… ¿Por qué no puedes decir lo que está en tu cabeza?
Lucius: …¿Por qué tú no paras de decir lo que está en la tuya?... ¿Por qué debes guiar, cuando yo quiero guiar? Si quiero bailar, te pediré bailar. Si quiero hablar, abriré mi boca y hablaré... Todo el mundo está siempre molestándome para hablar más. ¿Por qué? ¿Qué de bueno es decirte que estás en todos mis pensamientos desde el momento en que despierto? ¿Qué de bueno puede ser para mí decirte que algunas veces no puedo pensar con claridad o hacer mi trabajo apropiadamente? ¿Qué ganaría yo diciéndote… que solo siento miedo como los otros cuando… pienso que pueden hacerte daño? Y eso es por lo que estoy en este porche, Ivy Walker. Temo por tu seguridad antes que por la de todos los otros... Y sí…, bailaré contigo en nuestra noche de bodas.
Ivy por vez primera se ha quedado sin palabras. Por fin ha conseguido que el muchacho al que ama se le declare, aunque sea en una forma tan particular. Y él ha hablado mucho más de lo que regularmente hace.
Los dos se dan su primer beso de novios, y a la mañana siguiente comunicarán su deseo de casarse a sus padres, que viven una situación similar, ambos escondiendo sus sentimientos de afecto hacia el otro, pues muchas veces uno no hace las cosas que desea intentando que otros no se enteren de que queremos hacerlas. La noticia de la boda satisfacerá a muchos, pero no al retardado mental Noah Percy (Adrien Brody), el enamorado de Ivy, que ante su desdicha buscará vengarse de Lucius.