Revista Sociedad

Diálogos políticos: aires de innovación. (Por: Alfredo Abrisqueta)

Publicado el 18 noviembre 2011 por Alfredo

Diálogos políticos: aires de innovación. (Por: Alfredo Abrisqueta).
En una plaza madrileña se encontraban reunidos dos ancianos de larga edad sumergidos en cuestiones profundas de la política española. Uno de ellos, siempre sintió simpatía y devoción por los ideales conservadores. Siempre fue, el querido Tomás para el pueblo, el prudente y sabio, el que siempre piensa que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
En cambio, su amigo de la infancia, Ricardo, mostró siempre unos ideales notablemente distintos y contrapuestos, no es que discrepara de todo lo que decía su amigo Tomás, sino que siempre mostraba un aire rejuvenecedor y progresista en todas sus opiniones. Para Ricardo, lo bueno por conocer es lo que hace del hombre evolucionar en nuevas formas de pensamiento basadas en nuevas ideas, que sin la posibilidad de cierta voluntad y valor para arriesgar por el futuro, el hombre siempre estaría estancado en su pasado.
Mientras que, el sol brillaba en el punto más alto del cielo, el querido Tomás y su amigo Ricardo, como siempre, pasaban las largas horas de la mañana envueltos en sus grandes conversaciones. Por suerte, tuve el honor de presenciar uno de estos populares diálogos, y que, no en vano, es digno de admiración y respeto por el gran esfuerzo intelectual que empeñan estos dos ancianos. Dice así:
Ricardo- Parece que las palomas migraron a otra plaza, pues por aquí no hay pan para ofrecer ni gratitud por su parte.
Tomás- Tienes razón amigo. Las cosas están muy mal. Apenas quedan restos que ofrecer, y los animales lo saben muy bien.
Ricardo- No sé a dónde vamos a parar como no se utilicen otros telescopios para ver las estrellas.
Tomás- Los aparatos funcionan bien, son los observadores los que funcionan mal, siempre sacando falsas premisas y conclusiones precipitadas.
Ricardo- Parece que la observación en estos días está distorsionada, o son gafas lo que necesita el miope o son técnicos lo que necesita su telescopio.
Tomás- ¿Técnicos? ¡Para nada! Te digo que son los observadores que necesitan gafas, o mejor dicho, los telescopios necesitan nuevos observadores.
Ricardo- Ya empezamos... ¡se te están hinchando las venas de la calvorota!
Tomás- ¿Tu crees? Me repudian los listos de la apariencia que todo saben hacer y nada hacen. ¡Menos mal que el castigo cada cuatro años es sentarse en la oposición!
Ricardo- Y el nuestro contemplar otros cuatro años condenados a la mortificación...
Tomás- ¡Aires conservadores necesita este país!
Ricardo- En efecto, así las palomas volverán a pedir por aquí.
Tomás- Siempre con las tonterías. ¡Estoy hablando en serio!
Ricardo- ¡Y yo también! Sólo necesito ironizar la situación y librarme del estrés, que a mi edad, poco beneficio podrá sacar mi fatigado cuerpo.
Tomás- Tengo la firme esperanza de que el cambio de gobierno volverá a situar las cosas donde deben estar.
Ricardo- ¡Me asustas querido Tomás! De repente has hallado las idóneas posiciones de las cosas y, a su vez, te has dado cuenta de que las mismas no habitan donde tienen que habitar. Dime pues, jóven amigo, ¿dónde deben estar las cosas? Porque si lo sabes, eres el maestro que tanto necesita este país, y por ello, te votaré con entusiasmo.
Tomás- Mi frente no arde por el calor del sol sino por las sandeces que despilfarra tu lengua. ¿Te has levantado con la pierna derecha hoy?
Ricardo- Si fuese así jóven amigo, contemplaría el mundo de la misma forma que lo contempla un guacamayo. Sin que nada trascienda a su alrededor, siempre fiel al instinto y siempre confiando en que su entorno no cambie.
Tomás- Digas lo que digas, tus pedantes contestaciones no cambiarán mi idea de que es el observador el que está miope, y confunde estrellas por cometas.
Ricardo- Pues eso, al igual que un guacamayo. Si nunca te cuestionas que tanto el observador por una parte pueda ser miope y por la otra, pueda ser la máquina que está defectuosa y por ello, necesita del técnico para su reparación, tendrás la misma idea que tiene un guacamayo con respecto a su entorno.
Tomás- Dime Ricardo, qué técnico me hablas que lo presentas como el nuevo Moisés.
Ricardo- Para nada sabe separar las aguas, solamente digo que es capaz de crear nuevas alternativas.
Tomás- ¿Qué alternativas me hablas?
Ricardo- Las necesarias para que la cosas funcionen. Verás, si existen mecanismos y engranajes que están oxidados, a veces no es necesario engrasar con un buen aceite o cambiar las piezas por otras nuevas, sino que es necesario mejorar y actualizar la máquina entera.
Tomás- Siempre piensas estupideces. Las cosas que funcionan bien siempre deben repetirse, y nunca buscar algo mejor cuando tienes algo que funciona. La innovación que siempre por naturaleza trae nuevas pero no necesariamente buenas, es mucho el riesgo que una sociedad debe asumir para apostar por una máquina nueva.
Ricardo- Cualquiera trae nuevas hoy día, mismo juicio que el de Sócrates, Galileo o Giordano Bruno entre otros, tendría nuestro mensajero.
Tomás- Ni que la Santa Inquisición tuviera que decirnos algo ahora. Las cosas han cambiado, por desgracia...
Ricardo- Querido Tomás, te conozco desde niño y sé que nunca fue de tu agrado la injusticia. Ahora eres un viejo cascarrabias y hablas sin pensar. ¡Cabeza hueca la tuya! Si no fuesen por esas venas que aparentan voluptuosidad...
Tomás- Dime entonces Ricardo. Porque aún no has contestado a mi pregunta. Hablas de máquinas y nuevos ingenieros, ¡pero no das nombres ni apellidos!
Ricardo- No hace falta mencionar lo evidente lo que por sí mismo se hace presente. La sociedad en apariencia es idiota, pero esa es su mejor arma para impresionar. Es el mejor recurso que tienen para evolucionar. Hemos llegado al fin de un ciclo, aunque los pensadores de tu género, sigan encadenados a las raíces del pasado. Todos somos conscientes de que la flor tiene que florecer, porque la primavera lleva tiempo llamando a la puerta del sordo invierno, que intenta reinar y ya nadie quiere ser su súbdito.
Sin embargo, existen cadenas heladas fáciles de cortar, pero aún no se ha encontrado la suficiente fuerza como para hacerlo realidad. Me refiero Tomás, que estamos viviendo en el albor de una gran revolución, pero los osos siguen hibernando esperando a la primavera como la abeja a la flor. Este es el nombre del ingeniero que te hablo, y su apellido aún está en construcción, pues no quiere registrarse ante el mundo perteneciente de ningún linaje, pues él quiere crear el suyo propio, para ser reconocido con amor y perpetuado con mimo de la mano del tiempo.
Diálogos políticos: aires de innovación. (Por: Alfredo Abrisqueta).


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