Diana

Por Cogito

Era una perra braca negra, preciosa, inteligente, leal, cariñosa, buena cazadora y buena compañera. Tenía 15 años y últimamente perdía capacidades y movilidad de un modo preocupante.

Sabía que un día no acudiría a la verja cuando aparecía mi coche, sabía que su muerte no me dejaría indiferente pero no esperaba ver su  angustiosa agonía. Ha terminado en manos de un  veterinario para dulcificar su final.

Nunca llevó un collar, vivía libre en 6.000 m. cuadrados y desde hace dos años tenía un compañero joven e inquieto que le busqué y al que acogió como una sabia madre adoptiva.

Ha gozado de nuestro cariño y del de mis dos hijos y mis cuatro nietos.

Ya he enterrado a otros dos perros y todos ellos han validado a Schopenhauer: “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mis perros”.