Ilustraciones: Alba M. Palacio
Año: 2019
Editorial: Triskel Ediciones
Género: Novela mosaico (ciencia-ficción)
Tras la publicación de su primera novela Zaibatsu, Diana P. Morales, profesora en El Portal del Escritor y organizadora junto a Triskel Ediciones del Premio Ripley de Ciencia Ficción y Terror para Escritoras, vuelve con esta novela mosaico, compuesta de catorce relatos no del todo independientes que, sumados, conforman una narración completa. Lo único que tiene que hacer el lector es ensamblar las piezas.
En la segunda mitad del siglo XXI, cinco naves de la NASA parten de la Tierra para buscar planetas habitables y vida extraterrestre: el Proyecto Paradiso. Esta es la historia de las personas que viajaron en esas naves -y de quienes quedaron en la Tierra- hasta su regreso.
Hidalgo, un macarra madrileño que se ha unido a la misión solo por el dinero. Kinaya Ngiri, una refugiada africana en Islandia que huye del cambio climático y la guerra que este trae. Marisa Morelli y Qualia, la IA de su nave que está alcanzando la sapiencia. Ludger Van Der Alt, un carismático piloto en guerra contra sí mismo. Yu Jei Huang, una mujer que entiende que su destino es salvar a todo el que necesite ayuda. Y todos los que han quedado atrás: niños y adultos, padres e hijos, políticas y espías rusas.
Directo al corazón
El énfasis en Voces en la ribera del mundo es en lo emocional, no en lo técnico. Se trata de una novela de ciencia ficción bien documentada, pero que no se centra ni se explaya en los aspectos científicos de la trama, sino en las emociones y lances biográficos de sus personajes. Y es que Morales tiene un pulso admirable a la hora de empatizar y hacernos empatizar con sus personajes; creo que es harto fácil caer en lo ñoño y lo cursi al intentarlo, de manera que el lector se siente manipulado, pero Morales sortea esta dificultad con maestría:
Dos coches chocan entre sí. Estallido.
Veo que Ralph me está hablando, pero no oigo lo que dice. Me pitan los oídos.
Algo cae enfrente de mí. Distingo la silueta a través de mi opaca RETINA y los ojos me escuecen por las lágrimas.
Es una pierna.
Cierro los ojos. Grito. Un grito absurdo sin sonido, porque hay tanto estruendo de coches, gritos y esa alarma, que ni siquiera oigo mi propia voz, pero no puedo dejar de gritar. Tenemos que ir a casa. Es mi hora de la cena. Necesito mi leche. Mis hormigas me necesitan. Tengo que ir a casa. Pero no puedo moverme; alguien me agarra y me carga en su hombro. Grito más. Pataleo. Solo escucho el batir de mi propio corazón.
Creo que gran parte del efecto se consigue por lo camaleónico de la voz narrativa de Morales. En un episodio es un camionero del espacio, en el siguiente es una niña con un trastorno del espectro autista, en otro es un parisino remilgado resistiendo a la pandemia y en el de más allá es las múltiples líneas de pensamiento de una IA que está tomando conciencia de sí misma (con diferentes tipografías para mejor comprensión). Si bien siempre se mantiene dentro de un estilo que es en el que se nota que está cómoda, cuando la autora comprende profundamente a sus personajes y sabe darles su propia voz, es imposible no amarlos, compadecerse de ellos y perdonarles sus faltas.
No es lo que parece
Me consta que Morales quiso, además de adoptar voces muy variopintas, homenajear diferentes subgéneros de la ciencia ficción, así que encontramos space opera, primer contacto, viajes en el tiempo, catástrofes y post-apocalipsis, ficción climática y tramas políticas. Lo más interesante es cuando consigue ponerte sobre la pista de algún motivo y, cuando ya te tiene, le da la vuelta a la tortilla. Pocas cosas son lo que parecen en esta novela mosaico, tanto en cuanto a las expectativas temáticas que tiene un lector avezado del género, como en cuanto a los acontecimientos de la trama. Merece la pena releer algunos pasajes una vez acabado para poder completar el rompecabezas y atar todos los cabos sueltos.
En resumen, una muy interesante lectura para el verano, que sorprende, emociona y hace reflexionar.