La historia de esta atleta es muy curiosa, ya que se convirtió en ultramaratoniana por accidente:
Cuando tenía solo unos meses, sufrió un síncope con fiebres muy altas, acompañadas de temblores y convulsiones que duraron cerca de una hora. Este episodio le provocó daños cerebrales que pasaron desapercibidos hasta su adolescencia, cuando empezó a padecer ataques epilépticos. Estuvo durante años medicándose para calmarlos, pero después de su tercer embarazo se volvieron más intensos, fue entonces cuando los médicos examinaron a Diane y descubrieron que tenía una lesión en el lóbulo temporal. Decidieron extirparle la zona del cerebro, consiguiendo así que dejara de sufrir los ataques de epilepsia, pero provocó que Diane perdiera la proporción del espacio y del tiempo, la capacidad de memorizar hechos, conversaciones y rostros, y la de organizar tareas simples.
Pero desde la operación, tiene que anotarlo todo: para recordar recoger a sus hijos en el colegio, hacer la comida, el lugar donde ha aparcado su coche,... Su marido ha ido llenando las paredes de su casa con fotos que le ayudan a recordar a las personas, los lugares que ha visitado y los momentos importantes de su vida.
Sus amigos y familiares tienen que recordárselo todo y repetirle las cosas varias veces, y en muchos casos, no logra recordar ni sus nombres.
Para los entrenamientos suele llevar pequeñas piedras que va dejando en el camino para saber volver a casa.
“Yo amo correr porque me da una oportunidad de ir a las montañas, a la naturaleza, sin teléfono ni televisión, sin coche. Es tranquilo y calmado, es mi tiempo de meditación y es mi tiempo con Dios”.
Fuentes:
Revista Quo
http://www.revistarecorrer.com.ar/
http://www.24horas.cl
http://elcomercio.pe