La fiebre nunca es bienvenida Capitán, pero cuando eres un bebé menos. Mi primera fiebre Chispas podríamos llamarla. Además por duplicado. A ver, no es que sea una fiebre sin retorno, pero los chavales están molestos, se les ponen los ojillos acuosos y se te parte el corazón. Así que los abrazo mucho hasta que se ponen colorados por la falta de aire.
La expresión que más suena en casa es: “Pobriños”.
Así que los vómitos, los pedos y el sifón anal se multiplican. ¡La gran aventura de la paternidad!
Lloran así, como sin fuerzas, como cuando una persona muy orgullosa te pide perdón con la boca pequeña y mirando para otro lado. Es en plan:
“Papi, estoy llorando porque no tengo otro discurso, pero en realidad estoy bastante jodido”
Así que he diseñado una lista de 4 cosas que nos gustan de cuando estáis sanos y la he llamado:
Lista de 4 cosas que nos gustan cuando estáis sanos
- Parece mentira, pero echo de menos vuestros gritos infinitos en Fa# durante toda la “santa” noche y donde he puesto santa en realidad es “puta”. Cuando crezcáis entenderéis que a pesar de existir un mundo entre las dos palabras (y actitudes) en realidad en muchos contextos son intercambiables. Ejemplo 1: Toda la santa noche. Ok. Perfecto. Se pueden intercambiar. Ejemplo 2: La madre de Moncho es una santa. En este caso es mejor no intercambiarlas. Sobretodo si Moncho está delante. Sigamos.
- Echo de menos intentar daros el biberón mientras vosotros, saciados y cebados, movéis la cabeza a toda velocidad como el cantante de “Communards”.
- Ojalá vuelvan pronto los tiempos en los que, al escuchar la palabra “película”, rompíais a llorar como posesos.
- También echamos de menos ese color rojo aneurisma que luce en vuestras caras cuando queréis incorporar metano a la atmósfera.
Capitán, la palabra empatía cobra una nueva dimensión al ver a esos pequeñitos “desganaos” como un borracho a golpe de lunes.
Recitad conmigo hermanos: “Pobriños”.
También he notado que empiezan a comunicarse entre sí con esos sonidos de velociraptor que salen de sus gargantas. El otro día me pasé unos buenos 15 minutos, escuchando atento los patrones guturales, en plan profesional con papel y boli y logré descifrar la siguiente conversación.
Bebe1: Oye tú…el de ahí al lado.
Bebe2: ¿Es a mí?
Bebe1: Sí, sí …tú.
Bebe2: Dime.
Bebe1: ¿Estos dos fricazos son nuestros padres?
Bebe2: Sí hijo sí.
Bebe1: ¿En serio?
Bebe2: Mira que no habrá casas en el mundo.
Bebe1: El que hace de papá está un poco gordo ¿no?
Bebe2: Yo lo veo fondón también. Se lo diría a la cara, pero aún no se hablar.
Bebe1: Ya…te entiendo, pero habrá que decirle que esas camisetas le quedan pequeñas ¿no?
Silencio incómodo.
Bebe2: Oye tú, creo que estoy a punto de cagarme cosa fina.
Babe1: Yo llevo ya media hora “cagao y meao”.
Bebe2: Pues llora macho, que si no estos no se enteran.
Bebe1: Tranquilo hombre, tú caga también que yo te espero. Por cierto casi dos meses compartiendo padres y aún no nos han presentado. Yo soy Tomás, Tomás Cruces.
Bebe2: Yo Antón, Antón Cruces. Encantado.
Bebe1: ¿Cómo el friqui?
Bebe2: ¡Hostia tú, pues sí!
Silencio incómodo II
Bebe1: Oye, ya está. Pastel puesto.
Bebe2: Pues venga…a llorar.
Hasta aquí pude escuchar, el resto es historia.
Seguiremos informando Capitán.