Para quienes disfrutamos no sólo con la lectura de un libro, sino también con los entresijos de su redacción y composición, tales como de dónde ha surgido la idea, en qué se ha inspirado, cómo se ha documentado… en definitivatodos esos detalles que no son visibles al lector pero que forman parte de su particular intrahistoria, tanto la correspondencia de los escritores, como sus diarios, son una fuente de gran ayuda para ese conocimiento. Yo todavía mantengo como libro de cabecera el Dietario voluble de Vila-Matas, y al que acudo con gran frecuencia cuando no sé qué autor leer. Es innegable que el autor catalán siempre es motivo de redescubrimientos de grandes héroes literarios: Kafka, Borges, Melville y su Bartleby, Robert Walser, mitificado y publicado gracias a Doctor Pasavento, Georges Perec, Pessoa y sus heterónimos, los escritores franceses de los años veinte: Paul Morand, Emmanuel Bove, Valery Larbaud, e incluso a su admirado Paul Auster.
Creo que Auster, aunque sin conocer en plenitud la totalidad de su obra, es un escritor de contrarios. A pesar de su gran habilidad narrativa, quien nadie pone en duda, y con la que es capaz de emocionarnos como con La invención de la soledad, El palacio de la luna,o Brooklyn Follies, en otras, como por ejemplo Viajes por el Scriptorium, consigue dejarnos cuanto menos perplejos. No obstante todavía tengo esperando en mi rincón de libros pendientes, La noche del oráculo y comprobar por mí mismo si es una de las mejores novelas metaliterarias que se han escrito, o como suele suceder en estos casos, las críticas y estudios de las obras son infinitamente mejores que la propia novela.