Por tanto vuelvo a decir que en la lectura de un libro como éste, semiautobiografía desde la edad madura, no es lo mismo empezar a Auster por él (poco recomendable), que tener un trasfondo en que conocemos el papel del azar, aplicado en este caso a él mismo.
Así, las autoalusiones que podrían ser un auténtico coñazo en otro contexto, cobran aquí otra dimensión, de modo que las aparentemente superficiales historias sobre temáticas que varían desde los diversos avatares en que se ha visto implicado su pito (sic) el lugar que han ocupado algunas cosas en su vida (inventario de sus casas) o los lugares en los que ha estado (inventario de territorios). Casas, aviones, coches, viajes, escarceos, folleteos, achaques y mucho amor (en especial por Siri,). Las cosas que tocan a los sesenta, incluído la muerte de sus dos padres, fulminados ambos aunque en diferentes contextos y momentos.
Hay pasajes inmensamente hermosos (pocos, pero suficientes), dignos de sus mejores páginas, de esos que es n e c e s a r i o copiar en algún lado ("qué bien dice este cabrón lo que yo pienso") y muchos otros más livianos, pero no creo que ninguno sea prescindible.
Se nota, vista la extensión media de mis últimos post y la de éste, que me ha gustado. Comencé a leerlo hace meses en el Kindle, pero paré para tener la ocasión de leerlo en papel, placer que casi había olvidado y que por alguna razón , tal vez terapéutica, he recobrado en este comienzo de año. No me arrepiento.
"Las tragedias de los otros son de una banalidad exasperante", decía Oscar Wilde. No siempre.