Ayer levantaron el confinamiento en la provincia de Tarragona y ya se nos permite ir a tomar el café a las terrazas de los bares. Esta mañana, he visto desde el balcón que la dueña de la cafetería de la esquina ha sacado tres mesas a la calle después de más de dos meses de inactividad; ha medido la separación entre ellas antes de colocar cuatro sillas en cada una, y lo ha limpiado todo con una bayeta y jabón desinfectante.
Me han entrado muchas ganas de bajar, sentarme a una de esas mesas post cuarentena, y disfrutar de un café de los que no se calientan en el microondas ni se les añade una cucharada de polvos instantáneos.
Mis vecinas eran un grupo de señoras sexagenarias. «No recuerdo haber visto a ninguna de ellas sentada aquí antes», me he dicho. «Son clientas ganadas al confinamiento». Y he notado que se me escapaba una mueca.
El café siempre me ha olido a hogar y me ha sabido a consuelo. Esta mañana, sin embargo, en la cafetería de la calle que va al antiguo colegio de monjas de Cambrils, mi primer café en libertad tras el estado de alarma me ha olido a laca de peluquería y me ha sabido a colonia, como las infusiones de jengibre.
−Es muy raro −ha sentenciado la señora de la permanente.
−Li falta un bull* −ha apostillado la de su derecha mientras se apartaba el flequillo a un lado.
−Jo no crec que li falti un bull*, creo que es muy inteligente −ha opinado la que me daba la espalda y olía ligeramente a amoniaco.
−Es muy inteligente, pero raro −ha concluido la primera−. Y con el Cristian se entiende bien.
−Mueve los ojos de una manera… −ha soltado la cuarta desde detrás de unas gafas doradas a juego con su media melena recién oxigenada.
−Pero hoy se lleva al niño.
−¡Un niño más guapo! Morenito y con los ojos azules, azuleeees −ha recalcado la del flequillo, que al final se había sujetado con una pinza.
−Se les murió uno con cuatro años.
−Eso les pasa por llevar a un niño pequeño a cazar−. La de las gafas quería sacarina.
−¿A quién se le ocurre?−. La del tinte con amoniaco le ha pasado un sobre de los suyos.
Me he levantado tras dejar el dinero en la mesa. «Es mono tu jersey», le he oído decir a alguna mientras me alejaba.
*Le falta un hervor.
*Yo no creo que le falte un hervor.
Escrito el martes, 12 de mayo de 2020, 2º día de fase 1 de la desescalada
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