La pregunta es siempre la misma. ¿A quién se le ha ocurrido la genial idea? Pasa en todos los órdenes de la vida. En el mundo político, en el empresarial e incluso en el familiar. Más si cabe en el literario donde los escritores viven de aspiraciones, sueños y desviaciones.
Bueno, la idea fue mía y ahora me encuentro en medio del desasosiego. Pero asumo mi responsabilidad. Escribir una novela en directo, por mala que sea, no es fácil. Contra lo que pensaba al principio, la literatura basura tiene su técnica ya que, al fin y al cabo, no se escribe sóla como pudiera parecer desde fuera, sino que también hay que esforzarse por rellenar cuartillas de manera mínimamente coherente para que no te explote en la cara.
Cada semana comienza con un sudor frío de saber si llegaré a mi compromiso con mis queridos y minoritarios lectores dominicales; de si sabré avanzar en la trama; de si mi detective no se perderá en cualquier juerga dejándome empantanado y, lo que es peor, sin invitarme a participar en la fiesta; de si llegaré a resolver el caso algún día.
Por eso voy a escribir un diario paralelo de la novela donde reflejaré de manera sucinta mis miedos literarios, mis dudas estilísticas, mis tomas de decisión equivocadas, los aspectos que me están influyendo en cada momento, etc. Una especie de intrahistoria de la novela que no servirá para nada más que para justificar lo injustificable.