Diario de un prodigio (LXXVIII)

Publicado el 01 marzo 2012 por Manuelsegura @manuelsegura

[1-3-2012]

Alguna vez he reconocido aquí mi devoción por un actor italoamericano como fue John Cazale. Con solo cinco películas en su haber, Cazale pasa por ser uno de los grandes y alguien lo llegó a calificar como el mejor secundario de la historia. Prueba de que la vida para algunos seres humanos es una auténtica mierda, es que cuando rodaba El cazador (1978) ya era consciente de que tenía una enfermedad terminal. No hay más que verlo en la cinta. La productora de la película no quería hacerse cargo por entonces de su seguro de vida y se cuenta que tuvo que ser Robert de Niro quien, con su empeño, corriera con los gastos que de él se derivaban. Otro grande, Al Pacino, recordó aquellos días de inmenso dolor y cómo la pareja de Cazale, Meryl Streep, lo cuidó hasta su último día: “Verla en ese acto de amor por ese hombre fue inconsolable”. Pacino siempre dice que cada vez que la ve, aun reconociendo que es una magnífica actriz, eso es lo que más recuerda de ella.

****

[27-2-2012]

Los grandes acontecimientos encierran historias tan conmovedoras como ésta: el productor de The Artist, Thomas Langmann, es hijo del cineasta francés Claude Berri, quien obtuvo un Oscar en 1965 al mejor cortometraje por Le Poulet, pero no pudo ir a recogerlo porque carecía de dinero para viajar a los Estados Unidos. Claude Berri murió en 2009, de un infarto cardio vascular, a los 74 años. Esta madrugada, su hijo, a quien le regaló aquella estatuilla, le brindaba la suya bajo una emoción incontenible.

****

[24-2-2012]

No ya solo para los periodistas, para la sociedad, en general, el cierre de un medio de comunicación es una puñalada certera en el corazón de la libertad de expresión. Hoy ha dado el cerrojazo el diario Público. Echando mano del manido dicho, se diría que era la crónica de una muerte anunciada. Sus profesionales, a la calle. Fue bonito mientras duró, se dirán a sí mismos. Los tiempos que corren no son muy líricos para el periodismo, y yo diría más que para casi nada. Habrá que apretar los dientes, aposentarse en el sillín y seguir subiendo el puerto de montaña, como hacen los gigantes de la ruta, esos esforzados ciclistas, sin duda, los deportistas más sacrificados y, a la vez, los más puteados por los burócratas que en su puñetera vida sabrán qué desarrollo resulta de combinar un plato 42 con un piñón 26. Es más, me temo que eso, como tantas otras cosas, se la trae al fresco.